jueves, 8 de septiembre de 2016

Valores: Ignacio Manuel Altamirano


Oh! ¡cuánto pensé en ti llenos los ojos
de lágrimas amargas! ... la existencia.
Fue ya un martirio, y erial de abrojos


El sendero del mundo con tu ausencia.


RECUERDOS

Se oprime el corazón al recordarte,
Madre, mi único bien, mi dulce encanto;
se oprime el corazón y se me parte,
y me abrasa los párpados el llanto.

Lejos de ti y en la orfandad, proscrito,
verte nomás en mi delirio anhelo;
como anhela el presito
ver los fulgores del perdido cielo.

¡Cuánto tiempo, mi madre, ha transcurrido
desde ese día en que la negra suerte
nos separó cruel!... ¡Tanto he sufrido
desde entonces, oh Dios, tanto he perdido,
que siento helar mi corazón de muerte!

¿No lloras tú también ¡oh madre mía!
Al recordarme, al recordar el día
en que te dije adiós, cuando en tus brazos
sollozaba infeliz al separarme,
y con el seno herido hecho pedazos,
aun balbucí tu nombre al alejarme?

Debiste llorar mucho. Yo era niño
y comencé a sufrir, porque al perderte
perdí la dicha del primer cariño.

Después, cuando en la noche solitaria
te busqué para orar, sólo vi el cielo,
al murmurar mi tímida plegaria,
mi profundo y callado desconsuelo.

Era una noche obscura y silenciosa,
sólo cantaba el búho en la montaña;
sólo gemía el viento en la espadaña
de la llanura triste y cenagosa.

Debajo de una encina corpulenta
inmóvil entonces me postré de hinojos,
y mi frente incliné calenturienta.

¡Oh! ¡cuánto pensé en ti llenos los ojos
de lágrimas amargas! ... la existencia.
Fue ya un martirio, y erial de abrojos
El sendero del mundo con tu ausencia.


Mi niñez pasó pronto, y se llevaba
mis dulces ilusiones una a una;
no pudieron vivir, no me inspiraba
el dulce amor que protegió mi cuna.

Vino después la juventud insana,
pero me halló doliente caminando
lánguido en pos de la vejez temprana,
y las marchitas flores deshojando
nacidas al albor de mi mañana.

Nada gocé; mi fe ya está perdida;
el mundo es para mí triste desierto;
se extingue ya la lumbre de mi vida,
Y el corazón, antes feliz, ha muerto.

Me agito en la orfandad, busco un abrigo
donde encontrar la dicha, la ternura
de los primeros días; ni un amigo
quiere partir mi negra desventura.

Todo miro al través del desconsuelo;
Y ni me alivia en mi dolor profundo
el loco goce que me ofrece el mundo,
ni la esperanza que sonríe en el cielo.

Abordo ya la tumba, madre mía,
me mata ya el dolor... voy a perderte,
y el pobre ser que acariciaste un día
¡Presa será temprano de la muerte!

Cuando te dije adiós, era yo niño:
diez años hace ya; mi triste alma
aún siente revivir su antigua calma
al recordar tu celestial cariño.

Era yo bueno entonces, y mi frente
nuy tersa aún tu ósculo encontraba...
Hace años, de dolor la reja ardiente
allí dos surcos sin piedad trazaba.

Envejecí en la juventud, señora;
que la vejez enferma se adelanta,
cuando temprano en el dolor se llora,
cuando temprano el mundo desencanta,
y el iris de la fe se descolora.

Cuando contemplo en el confín del cielo,
en la mano apoyando la mejilla,
mis montañas azules, esa sierra
que apenas a vislumbrar mi vista alcanza,

Dios me manda el consuelo,
y renace mi férvida esperanza,
y me inclino doblando la rodilla,
y adoro desde aquí la hermosa tierra
de las altas palmeras y manglares,
de las aves hermosas, de las flores,
de los bravos torrentes bramadores,
y de los anchos ríos como mares,
y de la brisa tibia y perfumada
do tu cabaña está mujer amada.

Ya te veré muy pronto madre mía;
ya te veré muy pronto, ¡Dios lo quiera!
Y oraremos humildes ese día
junto a la cruz de la montaña umbría,
como en los años de mi edad primera.

Olvidaré el furor de mis pasiones.
me volverán rientes una a una
de la niñez las dulces ilusiones,
el pobre techo que abrigó mi cuna.

Reclinaré en tu hombro mi cabeza
escucharás mis quejas de quebranto,
velarás en mis horas de tristeza
y enjugarás las gotas de mi llanto.

Huirán mi duda, mi doliente anhelo.
recuerdos de mi vida desdichada;
que allí estarás, ¡oh ángel de consuelo!
pobre madre infeliz... ¡madre adorada!.

Ignacio Manuel Altamirano



lunes, 5 de septiembre de 2016

Valores: Enrique González Martínez

No desdeñes al pájaro de argentina garganta
que se queja en la tarde, que salmodia a la aurora.

"Desciende a las profundidades de ti mismo, 
y logra ver tu alma buena.
 La felicidad la hace solamente uno mismo 
con la buena conducta"
Sócrates

Estos tres poemas te ayudarán a descender a tus profundidades:



BUSCA EN TODAS LAS COSAS. . .

Busca en todas las cosas un alma y un sentido oculto; 
no te ciñas a la apariencia vana;
husmea, sigue el rastro de la verdad arcana,
escudriñante el ojo y aguzado el oído.

No seas como el necio, que al mirar la virgínea
imperfección del mármol que la arcilla aprisiona,
queda sordo a la entraña de la piedra, que entona
en recóndito ritmo la canción de la línea.

Ama todo lo grácil de la vida, la calma
de la flor que se mece, el color, el paisaje.
Ya sabrás poco a poco descifrar su lenguaje. . .
¡Oh divino coloquio de las cosas y el alma!

Hay en todos los seres una blanda sonrisa,
un dolor inefable o un misterio sombrío.
¿Sabes tú si son lágrimas las gotas de rocío?
¿Sabes tú qué secreto va contando la brisa?

Atan hebras sutiles a las cosas distantes;
al acento lejano corresponde otro acento.
¿Sabes tú donde lleva los suspiros el viento?
¿Sabes tú si son almas las estrellas errantes?

No desdeñes al pájaro de argentina garganta
que se queja en la tarde, que salmodia a la aurora.
Es un alma que canta y es un alma que llora. . .
¡Y sabrá por qué llora, y sabrá por qué canta!

Busca en todas las cosas el oculto sentido;
lo hallarás cuando logres comprender su lenguaje;
cuando sientas el alma colosal del paisaje
y los ayes lanzados por el árbol herido. . .

*****

TUÉRCELE EL CUELLO AL CISNE.

Tuércele el cuello al cisne de engañoso plumaje
que da su nota blanca al azul de la fuente;
él pasea su gracia no más, pero no siente
el alma de las cosas ni la voz del paisaje.

Huye de toda forma y de todo lenguaje
que no vayan acordes con el ritmo latente
de la vida profunda. . .y adora intensamente
la vida, y que la vida comprenda tu homenaje.

Mira al sapiente búho cómo tiende las alas
desde el Olimpo, deja el regazo de Palas
y posa en aquel árbol el vuelo taciturno. . .

El no tiene la gracia del cisne, mas su inquieta
pupila, que se clava en la sombra, interpreta
el misterioso libro del silencio nocturno.

*****

CUANDO SEPAS HALLAR UNA SONRISA. . .

Cuando sepas hallar una sonrisa
en la gota sutil que se rezuma
de las porosas piedras, en la bruma,
en el sol, en el ave y en la brisa;

cuando nada a tus ojos quede inerte,
ni informe, ni incoloro, ni lejano,
y penetres la vida y el arcano
del silencio, las sombras y la muerte;

cuando tiendas la vista a los diversos
rumbos del cosmos, y tu esfuerzo propio
sea como potente microscopio
que va hallando invisibles universos,

entonces en las flamas de la hoguera
de un amor infinito y sobrehumano,
como el santo de Asís, dirás hermano
al árbol, al celaje y a la fiera.

Sentirás en la inmensa muchedumbre
de seres y de cosas tu ser mismo;
serás todo pavor con el abismo
y serás todo orgullo con la cumbre.

Sacudirá tu amor el polvo infecto
que macula el blancor de la azucena,
bendecirás las márgenes de arena
y adorarás el vuelo del insecto;

y besarás el garfio del espino
y el sedeño ropaje de las dalias. . .
y quitarás piadoso tus sandalias
por no herir a las piedras del camino.

     Enrique González Martínez

Reflexiones: Prefiero


Prefiero

Prefiero observar a un maestro
que oír a uno cualquier día;
prefiero tener a uno caminando conmigo
que simplemente mostrándome el sendero.

El ojo es mejor discípulo
y está más dispuesto que el oído.

Un buen consejo confunde,
pero siempre es claro el ejemplo vivido.

Y los mejores maestros son aquellos que practican lo que dicen;
porque ver la verdad de Dios en acción
es lo que todos realmente queremos.

Puedo aprender rápidamente
cómo hacerlo si tú me lo muestras hecho.
Puedo ver tu vida en acción,
pero tal vez no comprenda todo lo que dices.

Tus clases y relatos pueden ser muy acertadas;
pero prefiero aprender mis lecciones observando lo que haces.

Quizá malentienda un gran consejo;
pero no hay malentendidos en cómo actúas y vives.
¡Prefiero observar a un maestro que oír a uno cualquier día!