"Sólo sé que no sé nada" Sócrates. Aprende a interrogar razonablemente, a escuchar con atención, a responder serenamente y a callar cuando no tengas nada que decir. Cuando esto aprendas estarás andando por la senda de la sabiduría.

viernes, 9 de octubre de 2015

BALUARTES DE LA DESCOLONIZACIÓN

          Dr Arístides Rojas

Pocos pueden poseer simultáneamente tantas aptitudes y ponerlas en práctica en su propio tiempo.




   Ilustre Naturalista estudió con amor el pasado venezolano, desarrollando una obra civilizadora de divulgar cultura y sembrar inquietudes. Es un digno baluarte en la ingente labor de la descolonización cultural requerida en Venezuela.
En los tiempos difíciles que le tocó vivir,
no renegó nunca de su patria natal, Venezuela; no alabó país extranjero ni hablaba mal de su patria; muy por el contrario, exaltó las potencialidades de Venezuela e hizo aportes valiosos para propiciar el amor sagrado y solidario con Venezuela.

Nació en Caracas el 05 de noviembre de 1826. Obtuvo el grado de Doctor en Ciencias Médicas en la Universidad Central de Venezuela, ejerciendo su profesión en Venezuela y las Antillas. Más tarde se dedicó a las letras, convirtiéndose en uno de los mas famosos e importantes eruditos de la época, incansable indagador de la historia, la naturaleza y las letras y divulgador de la cultura. Publicó centenares de artículos literarios, científicos, de costumbres, sobre geología, sismología, estadística e historia, así como diversos libros, entre los cuales destacan "Leyendas ohistóricas de Venezuela" y "Orígenes Venezolanos".

 El siglo XIX representó para Venezuela un escenario cultural extraordinario, con la presencia de destacados filósofos, músicos, folcloristas y de diversas y múltiples actividades profesionales, uno de los más fecundos representantes de esa égida ilustrativa fue don Arístides Rojas, un abnegado difusor del conocimiento científico; dejó una huella indeleble aún presente en muchos hogares venezolano, tradicionalistas, el “Almanaque de Rojas Hermanos”; nacido en Caracas, el 05 de noviembre de 1826, hijo de los exiliados dominicanos,  José María Rojas Ramos y de doña Dolores Espaillat, y hermano de Marco Aurelio, Carlos Eduardo y José María, todos destacados hombres de ciencia.La educación inicial la cursa en el “Colegio Independencia”, creado y dirigido por Feliciano Montenegro Colón; allí fueron sus condiscípulos, los hijos del general José Antonio Páez y los de Antonio Leocadio Guzmán, Manuel Felipe Tovar, Fermín Toro y otros. A los 18 años ingresa a la Universidad Central de Venezuela para cursar Filosofía, cambiando de carrera y graduándose como médico en 1852; comienza el ejercicio de la Medicina en el estado Trujillo, entre Escuque y Betijoque, 3 años estará en ese estado andino, hasta la muerte de su padre en 1856. Regresa a Caracas y se encarga de la dirección de la casa editorial “Rojas Hermanos” fundada por su progenitor; ya desde 1846, escribía artículos  de crítica literaria y de divulgación científica en “El Diario de Avisos”, así como también en “La Opinión Nacional” y en “El Federalista”; la tensa situación política por la pugnacidad entre “Conservadores” y “Liberales”, lo obligan a  exiliarse, primero en Estados Unidos, luego en Francia y termina en Puerto Rico, ejerciendo su profesión médica. Regresa al país en 1864, luego de terminarse oficialmente la “Guerra Federal” (1858-1863), dedicándose como siempre a sus ocupaciones literarias; asume la vice presidencia de la “Sociedad de Ciencias Físicas y Naturales” (1867), siendo el presidente de la respetable institución, el doctor Adolfo Ernst. Con éste y Manuel Vicente Díaz fundan la revista “Vargasia” en 1868, en homenaje a quien fue su mentor, el doctor José María Vargas, con la finalidad de reproducir escritos de los miembros de la antes nombrada “Sociedad”; allí se publicarán sus notables trabajos de etnomusicalidad y folclore, también sus investigaciones en materia de botánica, geografía y medicina.Enviuda en 1874, de su esposa Emilia Ugarte -un  año duró el matrimonio-, por ello, abandona el ejercicio de la Medicina y se concentró en el trabajo y en sus libros, para “no querer nunca más a quien puede morir”, según sus propias palabras; dirigió las ediciones del “Almanaque Rojas Hermanos”, entre 1875 y 1882. Recibió reconocimientos memorables como el de la Universidad Central, quien premió su publicación “El elemento vasco en la historia de Venezuela”, también la Academia de Ciencias Sociales le reconoce por su trabajo titulado “Estudios indígenas, contribución a la historia antigua de Venezuela”;  rechazó ser Individuo de Número de la Academia de la Historia, fundada en 1889, por que consideraba que esa distinción la merecían otros.  La Academia de Bellas Letras de Chile le confirió ser miembro honorífico, así mismo la de Ciencias Físicas y Sociales de La Habana, Cuba. Presidió la Junta encargada de la reconstrucción de la antigua sede de la Universidad Central de Venezuela, que se encontraba enfrente del Capitolio Federal (Actual Palacio de las Academias), en 1872, también estuvo entre los encargados de trasladar los restos de El Libertador, desde la catedral de Caracas al Panteón Nacional, el 28 de octubre –día de San simón-, de 1875. Con Adolfo Ernst y  Manuel Díaz, prepararon el material necesario para el pabellón venezolano, en la Feria Mundial de Chicago en 1892, el folleto editado al efecto, contenía muchos de sus artículos. Ajeno a debate político, don Arístides Rojas se imbuyó en historiar el pasado de nuestras etnias aborígenes. Se le considera el científico que más aportó en esa dirección en el siglo XIX, tan convulsionado, por levantamientos  militares, de escaramuzas, combates y enfrentamientos; científico, humanista, políglota, polígrafo, escritor, médico, académico, historiador y hermeneuta. Pocos pueden poseer simultáneamente tantas aptitudes y ponerlas en práctica en su propio tiempo; nos dejó un legado de deontología sin par, editando libros de numerosos autores con ediciones muy económicas, que a veces ni las cobraba. Apunta juiciosamente, Gregory Zambrano lo siguiente sobre este admirable venezolano. “Desde su humanismo, Arístides Rojas participaba con marcada vocación por el devenir de Venezuela, indagando en su pasado, haciéndole pregustas a su presente, aportando sus conocimientos a las generaciones del porvenir. Por todo ello, Arístides Rojas ocupa un lugar privilegiado entre las personalidades  más constructivas y relevantes en la historia cultural de Venezuela”.       Su obra espeleológica
Arístides Rojas produjo una sola obra estrictamente espeleológica titulada "La Cueva del Guácharo", artículo éste publicado por primera vez en la revista caraqueña La Tertulia en 1875, reimprimiéndose posteriormente en 1879, 1924 y 1942 (ROJAS, 1875). En su conocida obra Estudios Indígenas de 1878, también publica algunos párrafos de interés espeleológico. Se desconoce si Arístides Rojas visitó alguna cueva, ya que en sus escritos no es específico a este aspecto. Por otra parte y debido a su interés en los temas indígenas y arqueológicos, fue poseedor de una gran colección de objetos indígenas, destacándose las placas pectorales, procedentes de diversas cuevas de los Andes.
Reproducción de la Obra Espeleológica
A continuación se reproducirá el artículo de ROJAS (1875) manteniendo la gramática original sin modificaciones. Esta obra tiene cuatro reediciones presentando el mismo texto, con la excepción del siguiente párrafo: "Pero, al enviar a los redactores de La Tertulia la más bella y completa descripción...", el cual en las tres últimas ediciones fue modificado por: "Al incorporar a nuestras Humboldtianas la más bella y completa descripción...". También cambia la cifra de años transcurridos desde la visita de Humboldt a la cueva del Guácharo. Las dos primeras ediciones presentan una ortografía diferente a la actual, la cual fue modificada en las recopilaciones de Rohl.
"Recuerdos de Humboldt y Codazzi"
La Cueva del Guácharo
He aquí un tema inagotable; la descripcion de esta maravilla de Venezuela, célebre desde el día, en que ahora setenta y seis años, la visitó aquel Humboldt que ha dejado su nombre en ambos mundos, por donde quiera que su jenio interpretó los fenómenos de la Creación. He aquí un tema para el naturalista, y para el viajero, y para el jeólogo, y para el pintor, y para el hombre de la naturaleza, y para el hombre de la historia, porque en la Cueva del Guácharo no es solo la armonía plástica lo que cautiva, sino también la vida en su múltiple belleza, la tradición en sus oríjenes, el mito que hermosea con sus luces indecisas los recuerdos del pasado.
Pero, al enviar á los Redactores de LA TERTULIA la más bella y completa descripcion que hasta hoi se ha publicado de la célebre caverna, rindamos un homenaje al jeógrafo de Venezuela, que la exploró de una manera notable en 1835, y saludemos al mismo tiempo, esa memoria de Humboldt, el primero que dió a conocer al mundo de las ciencias esta maravilla del Continente americano, situada en la rejion oriental de Venezuela.- Unas líneas, por lo tanto, sobre el gran Humboldt, lijeras reminiscencias históricas que sirven de apéndice al trabajo de Codazzi, ¿no serian para el rector que desea conocer la gruta, como esos tenues rayos de la luz del dia, que acompañan al viajero hasta cierta distancia, en que armado con la tea encendida penetra con seguridad en las salas májícas del palacio subterráneo?
Cuentan que en los primitivos dias de la conquista castellana, los primeros misioneros que se establecieron en las cercanías de la Cueva del Guácharo, tuvieron que refujiarse en esta, huyendo de los caciques chaimas, que los perseguian; y que allí, en medio de las tinieblas, celebraron los misterios de la relijion de Cristo, hasta que triunfantes las armas castellanas, se entregaron libres y contentos al desempeño de su misión evanjélica. Y refiérese también que en la mitolojía de los chaimas la Cueva del Guácharo era la mansión de las almas, y que los indios respetaban aquel recinto en cuyo centro reposaban sus antepasados. Por esto en la lengua de los chaimas, bajar al Guácharo, quiere decir: morir, descender a la eterna noche.
Estas tradiciones, unidas a relatos fantásticos, y a leyendas extraordinarias, relacionadas con la caverna, exaltaron la curiosidad de Humboldt, quien, a los pocos días de su llegada a Cumaná en 1799, emprendió su viaje de exploración hácia las rejiones occidentales de la provincia, con el principal objeto de estudiar la cueva, tema constante de tantos relatos.
¿Seguiremos las huellas del sabio en sus variadas excursiones? ¿Nos detendremos en cada uno de los sitios que deleitaron sus miradas y cautivaron su espíritu, lleno de emociones al encontrarse en medio de una naturaleza selvática, siempre renovada? No; nos detendremos solamente, cuando después de haberle visto recorrer las alturas del Cuchivano y de Cumanacoa, se detenga en la meseta de Cocollar, para contemplar el paisaje nocturno.
De su diario personal refiere:
"Nada hai comparable a la impresión de la calma majestuosa que deja el aspecto del firmamento en aquel lugar solitario. Al anochecer, fijando la mirada en aquellas praderas que ciñen el horizonte, y en aquellas llanuras cubiertas de yerbas, lijeramente onduladas, creíamos divisar a lo lejos la superficie del Océano que sostenia la bóveda estrellada del cielo. El árbol, bajo el cual estábamos sentados; los insectos luminosos que vagaban en torno de nosotros; las constelaciones que brillaban hacia el Sud: todo parecia indicarnos que estábamos lejos de nuestro suelo natal: si entonces, en medio de aquella naturaleza exótica, se oia en el fondo del valle, el sonido de un cencerro, ó el mujido de una vaca, venia al instante el recuerdo de nuestra patria; y eran como voces lejanas que resonaban al otro lado de los mares, y cuyo májico poder nos trasportaba de uno á otro hemisferio.
Poco después de la noche en que Humboldt contemplaba este paisaje tropical, se encontraba frente á la gran maravilla que deseaba estudiar, en el pintoresco valle de Caripe. Nuevo panorama el que debia exhibirse á sus ojos, cuando acompañado de los padres misioneros del convento de Caripe, y de algunos indios chaimas, quiso visitar en cierto dia la espaciosa gruta del Guácharo.- La maravilla parecía aguardarle, pues la mañana se ostentó risueña; y dispuesto estuvo el ánimo de los viajeros. Afuera la vejetacion espléndida, espontánea, rica en formas y en especies, que coronaba la gruta con sus penachos de plantas: adentro, la vejetacion subterránea, pobre; pero como un fenómeno de las fuerzas fisiolójicas: afuera el ave libre y la luz del dia: adentro los propietarios feudales de la cueva, el guácharo y su prole entre tinieblas, y el rio subterráneo y las prolongadas galerías trabajadas por la gota de agua, que debian en breve retumbar á los gritos de las aves nocturnal en su choque contra la luz artificial y contra el hombre, intruso en aquellos antros de la muerte. El recuerdo de los mitos y supersticiones locales; lo sagrado del recinto por la tradición indíjena y por la celebración de los misterios cristianos, cuando los patriarcas de la selva, huyendo de las belicosas tribus chaimas, se refujiaron en la gruta, como los primitivos mártires en las catacumbas de Roma; todo contribuia á hacer célebre la visita del hombre de ciencia en aquel templo de la naturaleza subterránea. El hombre primitivo de América y el pastor del Evangelio, el ave nocturna y la flor de los campos, he aquí el cortejo del explorador ansioso que, armado de instrumentos, debia herir la roca calcárea, establecer la edad de la gruta; fijar la temperatura del ambiente y de las aguas, estudiar la anatomía del guácharo, y recrearse á la vista de las cristalizaciones caprichosas que cual obeliscos se levantan en el Tártaro de los chaimas.
Inspirado por la idea de lo desconocido, y guiado por la laz del jenio, Humboldt penetra en la gruta. Sus miradas se fijan por todas partes, y con la curiosidad del niño se detiene á cada instante: la roca, la planta, el insecto, todo lo cautiva y de todo se ocupa, mientras el silencioso cortejo sigue sus pasos. A poco andar llegan á sus oídos los gritos lastimeros de las ayes nocturnal, que han divisado á los nuevos huéspedes de la caverna. Humboldt sigue, y á proporción que avanza, la gritería de las aves se aumenta, la luz del ida escasea y el claro oscuro de la cueva se ostenta con sus primeras sombras. Enciéndense las teas, y su estremecimiento involuntario se apodera de los indios chaimas, al tener que penetrar en aquel recinto sagrado por la tradicion y respetado por ellos. La comitiva continúa, impelida ya por Humboldt, en medio de aquella espantosa algazara en que las ayes se defender del hombre y de la luz artificial. A los resplandores de esta, se proyectan en la bóveda las numerosas estalactitas, y el hombre, el ave, y las paredes de rocas, todo participa de aquella naturaleza terrible envuelta por las sombras del misterio. Adelante! dice Humboldt.- Adelante! repiten los misioneros: unos y otros en pos de la verdad; mas el chaima se revela: mientras en unos domina el ardor del entusiasmo, en los otros se pinta el espanto: son dos civilizaciones que se encuentran. A pesar de todo, los indios son vencidos y la caverna, continúa; pero llega un momento en que los chaimas dominados por el terror, se niegan firmemente á seguir: habíase llegado á aquel limite en que la fuerza es impotente ante la supersticion religiosa. Ni las súplicas de los misioneros, ni las promesas del sabio, pudieron desvanecer las creencias de los indíjenas; y cuando Humboldt habia alcanzado apenas la distancia de 570 varas, hubo de retroceder. Un obispo de Guayana habia sido mas afortunado, en remotos tiempos, pues habia podido llegar hasta la distancia de 960 varas.
Bastábale al sabio lo que habia visto: habia examinado la estructura de las capas calcáreas, y conocia la edad jeolójica de la montaña: estaba en posesion del ave nocturna, nuevo tipo de la seri animal, con el cual debia enriquecer la ciencia ornitológica: habia sorprendido las fuerzas vitales en sus antros subterráneos, y la temperatura interior en sus cambiantes á la sombra, habia, en fin, elevando su planta en aquel Aqueronte de los chaimas que, á semejanza del de los griegos, tenia sus aguas y aves estijias, su Cocito y sus sombras, como para revelar que la humanidad ha tenido en toda parte un orijen mítico, que ha hermoseado con lo maravilloso la cuna de todos los pueblos. ¿Qué mas podia desear? Habia dejado su nombre, que debia ser para los futuros exploradores del continente americano, lo que las estrellas para el navegante.
Pertenecia el jeógrafo de Venezuela, treinta y seis anos mas tarde, descubrir por completo aquella maravilla de la naturaleza, cruzar sus aguas subterráneas, sobreponerse a las preocupaciones indíjenas, fijar las alturas jeográficas interiores, descubrir las dilatadas galerías tachonadas de estalactitas, vencer la sublevación de los guácharos armados en defensa de su prole, pasar de la algazara al silencio eterno, y seguir hasta grabar en la última roca de aquel dilatado recinto, allá, á la distancia de 1.285 varas, el NON PLUS ULTRA. ¡Cuanta gloria, seguir las huellas de Humboldt y complementar la obra del sabio!
-"Aquí estuvo Humboldt" es la primera frase con la cual saluda el viajero explorador la Cueva del Guácharo; y todos siguen las huellas de Humboldt y de Codazzi, no ya en solicitud del ave nocturna que ha dado su nombre a la gruta, y la cual se encuentra en muchos lugares de Venezuela; no en solicitud de nuevas leyes y de nuevos fenómenos naturales, sino en solicitud del arte jeolójico, de las salas májicas, trabajo inmortal de la gota de agua, que no tomo de la paleta de la naturaleza sino el calcáreo para formar los obeliscos y las cristalizaciones del infierno chaima Dos nombres se destacan en el vestíbulo de este templo del arte divino.... HUMBOLDT .... CODAZZI.
Caracas, marzo 1° de 1875.
ARÍSTIDES ROJAS
A continuación se reproducirán algunos párrafos de la obra Estudios Indígenas:
Refiriéndose a las descripciones de HUMBOLDT en su viaje por el Orinoco nos dice (ROJAS, 1874: 2, 1878: 20 1908: 190, 1944: 29).
"Refiere Humboldt, que un misionero franciscano, habiéndose refugiado, en cierta ocasión por casualidad, en una caverna cerca de Uruana, en la villa occidental del Caura, tropezó de pronto con una gran roca de granito que tenía esculpidos caracteres reunidos en muchos grupos y colocados en una misma línea".
Luego al referirse al origen y significado de diversas palabras de uso en Venezuela, nos habla de la palabra guácharo (ROJAS, 1878: 96; 1944: 100):



"El adjetivo guácharo que trae el Diccionario de la lengua, y significa, el que esta constantemente llorando ó lamentándose, el hombre enfermizo y por lo común el hidrópico y abotagado



El ilustre naturalista, médico, historiador y periodista Arístides Rojas, cultivó las letras y estudió con amor el pasado venezolano, desarrollando una obra civilizadora de divulgar cultura y sembrar inquietudes.

Sus padres fueron José María Rojas Ramos y Dolores Espaillat, dominicanos, quienes habían llegado a Venezuela en 1822, huyendo de las conmociones que agitaban a su isla nativa. Su padre llegó a ser administrador de la aduana de La Guaira, concejal y diputado del Congreso Nacional.
En 1846 comenzó la carrera de medicina, graduándose en 1852, a los 26 años de edad e iniciándose como médico rural en el estado Trujillo.
En 1864 fundó la Editorial Rojas Hermanos, cuyos locales fueron el lugar de reunión de la intelectualidad caraqueña. Fue miembro de la Sociedad zoológica de Francia, de la Academia de Ciencias Físicas y Naturales de Cuba y de la de Bellas Artes de Chile.
Tanto en Venezuela como en el extranjero, Rojas recibió numerosos honores y distinciones. Su huella luminosa es visible en la generación de intelectuales que continuó su obra.
Entre los títulos que Arístides Rojas escribió, se cuentan: Estudios Indígenas, Contribución a la historia antigua de Venezuela, Orígenes de la Revolución Venezolana, Estudios Históricos y Orígenes venezolanos.
En su obra Humboldtianas, Rojas estudia los caracteres de Colón, Bolívar y Humboldt. Murió en Caracas el 4 de marzo de 1894, y sus restos reposan en el Panteón Nacional desde el 21 de septiembre de 1983. 
Con motivo del 189 aniversario de su natalicio, en fecha 05-11-2015, y en aporte a la difusión entre la niñez las estudiantes de 4to año de la UEP Colegio "Libertador" de Turmero, exaltaron la labor etnomusical del sabio venezolano Dr. Arístides Rojas y cuyo vídeo adjuntamos:

Bailarinas: Melanie Rojas, Valezca Ojeda y Alirismar Rondón (cuarto año 2015-2016) bailan "Toro Cimarrón" cantada por Betulio Medina. El estudiante Manuel Gutiérrez inicia el homenaje al  Dr. Arístides Rojas interpretando la melodía "Venezuela".

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