EL CUERVO VANIDOSO
Un día Júpiter decidió elegir un rey entre las aves y ordenó que comparecieran todas ante él, para decidir cuál era la más bella.
Un cuervo poco agraciado y ciegamente vanidoso, se propuso alzarse con el título a como diera lugar. Lo primero que pensó fue en sacar de la competencia a los candidatos más opcionados, como el papagayo, el pavo real, el guacamayo y el ave del paraíso.
«Si le robo los huevos de sus nidos el día de la elección, los mantendré ocupados, buscándolos y no podrán asistir, ¡eso es!!», pensó riéndose con su chillido característico.
Pasó varios días acechando los nidos de sus rivales, mientras diseñaba su plan. Cuando puso patas y pico a las obras. Lo que no calculó fue que los huevos de estos pájaros eran muy grandes que ni siquiera podía levantarlos, «¿qué voy a hacer ahora?», graznó contrariado, mientras picoteaba con rabia un puñado de plumas de papagayo. ¡ Ya sé ¡ exclamó con un chillido de júbilo. Voy a robarme las mejores plumas de todos los nidos y me las voy a poner entre las mías, así no puedo perder.
El día del concurso, Júpiter hizo desfilar a los pájaros, y al ver el espectacular atavío del cuervo lo declaró rey.
Terriblemente enfadados al descubrir que el plumaje del ganador era robado los demás pájaros se lanzaron sobre él y le quitaron una a una las plumas con las que había pretendido engañar a todos.
Júpiter, decepcionado, lo despojó de inmediato del título, no sin recalcarle que la justicia se había impuesto y el mismo se había buscado lo que acababa de pasar.
“Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Marcos 12:31)
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