"Sólo sé que no sé nada" Sócrates. Aprende a interrogar razonablemente, a escuchar con atención, a responder serenamente y a callar cuando no tengas nada que decir. Cuando esto aprendas estarás andando por la senda de la sabiduría.

sábado, 18 de marzo de 2017

PONENCIAS


PONENCIA:
“ECOLOGÍA Y HUERTOS ESCOLARES, SOLUCIÓN A LA CRISIS ECONÓMICA”, 
EXPUESTA POR EL PROF. GONZALO V. SOLANO L, EN REPRESENTACIÓN DE LA UE “LIBERTADOR” DE TURMERO, S0621D0511,  EN EL  II CONGRESO PEDAGÓGICO CIRCUITAL, DEL MUNICIPIO SANTIAGO MARIÑO DEL ESTADO ARAGUA, EN FECHA   SÁBADO 18 DE MARZO DE 2017, REALIZADO EN LA SEDE DE LA UEN “JOSÉ RAFAEL REVENGA” DE TURMERO.

Queremos iniciar nuestra intervención con un cordial saludo de la señora Iris Josefina Tablera de Peña, propietaria de la U.E. “Libertador” de esta localidad de Turmero, e inspirado en los ideales pedagógicos del Padre Fundador de la UE “Libertador”, Prof. José Luis Peña Dávila, a ocho meses de su  paso al plano de la eternidad y con nosotros iluminándonos en todo el desempeño de su “hija predilecta”: la Asociación Civil sin fines de lucro UEP “Libertador”,  del Personal Directivo, docente, administrativo, mantenimiento, estudiantes y Padres y Representantes; y manifestando nuestras felicitaciones a las autoridades educativas del municipio Mariño y su equipo de organizadores de este evento, y cuya nutrida concurrencia y participación en este Congreso es evidencia palpable del éxito alcanzado  y con nuestro agradecimiento a todo el personal de la Unidad Educativa José Rafael Revenga por las atenciones recibidas y el éxito que se viene alcanzando en este II Congreso Circuital, que consideramos una iniciativa de profunda significación e importancia para la vida del país, tan injustamente maltratado y ciertamente requiere con urgencia volver los ojos y las manos sembradoras de esperanzas y fructificadoras  hacia lo nuestro, hacia nuestra identidad nacional, hacia nuestras raíces y darle un giro sistemáticamente productivo a la educación venezolana, especialmente haciendo cierto el mandato constitucional de engranar la educación y el trabajo en función de los grandes y sagrados intereses del país.
En este contexto, y siempre bajo la rectoría del Ministerio del Poder Popular para la Educación, en nuestra Unidad Educativa, con entusiasmo, creatividad y empeño hemos trabajado  todos durante el Segundo Lapso del Año escolar en curso.
Durante las festividades carnestolendas, por ejemplo, efectuamos un concurso de disfraces con activa participación de los Padres y representantes, estudiantes de Primero a Sexto Grado, para con material reciclable elaborar los disfraces y allí palpamos con alegría que este pueblo venezolano se crece en las dificultades pues elaboraron disfraces sumamente interesantes con materiales como cartón, papel periódico y otros que en tiempos de bonanza eran simple basura cuyo destino era San Vicente u otro vertedero de basura.
No fue prudente la participación de los Estudiantes de Primero a Quinto Año, pues desafortunadamente todavía el Carnaval es visto como una oportunidad para el vandalismo, el abuso y el atropello en una colectividad urgida de programas serios que conlleven a unos Carnavales de carácter ecologista y turísticos y en esto queremos proponer a las autoridades educativas del municipio organizar mesas de trabajo u otros mecanismos para que, conjunta o separadamente, con la Alcaldía, Gobernación y Ministerio del ramo, convirtamos las festividades de Carnaval en una fiesta popular con miras turísticas, cuya asistencia a estos Congresos puede resultar beneficiosos para el logro de las metas propuestas.
   
Otra actividad a la que en nuestra Unidad Educativa, hemos dado capital importancia es el programa TODAS LAS  MANOS A LA SIEMBRA.

En nuestra Unidad Educativa Colegio “Libertador” de Turmero, a través de la creación del  huerto escolar, promovemos el sentido de pertenencia, el amor por la siembra y cuidado, en nuestro caso, de plantas alimenticias y medicinales existentes en la comunidad y complementándolo con las exigencias del pensum de estudio de Biología, en la parte de la botánica.

Por esto, a partir de este Segundo Lapso del año escolar en curso, los estudiantes de cuarto año de Educación Media General trabajaron, y lo siguen haciendo, en  LA ELABORACIÓN DEL HERBARIO ESCOLAR, esto es una colección de plantas destinadas a estudios botánicos, por una parte, y a conocer lo que tenemos, y en el cual cada ejemplar es una planta que ha sido secada, prensada, montada y debidamente identificada.

Para conocer las plantas del entorno no hay mejor método directo que formar un herbario. La creación de un herbario implica la búsqueda de las plantas, su recolección, prensado, secado y montaje. Esta actividad  permite al estudiante  familiarizarse con la diversidad de formas, colores y texturas de las plantas, así como con las diferencias que hay entre cada especie.

No se trata de montar un Huerto Escolar aislado, sin ensamblaje,  se trata de que el estudiante
• Conozca las plantas locales, regionales, nacionales e internacionales.
• Conservar ejemplares de las plantas endémicas y en peligro de extinción.
• Educar formal e informalmente a las personas sobre la importancia y la diversidad de las plantas.
Y de seguir pautas que incluyen técnicas de

1. RECOGIDA DE LOS MATERIALES PARA EL HERBARIO
2. SECADO DEL MATERIAL
3. MONTAJE Y CONSERVACIÓN DEL MATERIAL
 y en una etiqueta deben  anotar para cada planta los siguientes datos:
Nombre común de la planta
• Nombre científico
• Familia y demás exigencias taxonómicas    
• Nombre del colector(a)
• Localidad donde se colectó
• Fecha de colecta: día, mes y año
• Indicaciones sobre el lugar (clima, altitud), ecología de las plantas, color de la flor, fruto, tipos de hojas y tallo, tipo de suelo, tipo de vegetación y con todos los demás datos de campo posibles, ya que esto permitirá una buena identificación del ejemplar. La ficha debe además  contener el uso de la planta, complementado con el  proyecto Todas las Manos a la Siembra,  impulsamos el intercambio de saberes con la  idea de generar en toda la comunidad estudiantil de la Unidad Educativa “Libertador” una visión ecosocialista. En el proceso de creación del  huerto  escolar propiciamos la incorporación de toda la familia y con el ánimo dispuesto hacia la participación de las distintas organizaciones comunitarias, dispuestas a trabajar en aras del objetivo común: Venezuela.

A través de este programa ampliado reivindicamos los saberes ancestrales de nuestros antepasados, quienes se alimentaban de las cosechas producidas en sus tierras. Desde la escuela estamos rescatando nuestros valores autóctonos. Enseñándoles las prácticas de nuestros abuelos para asegurar nuestra seguridad alimentaria. Estamos incentivado el amor al ambiente” y además buscamos la consolidación de una conciencia firme  y no nos basta con que sepamos que nosotros nos alimentamos de lo que producimos, sino se trata de  generar nuevas alternativas de producción para erradicar la visión rentista petrolera, la economía de puertos Debemos volver a nuestras raíces. Los muchachos y muchachas se divierten aprendiendo y van asumiendo la necesidad de LA PRESERVACIÓN DE LA VIDA EN EL PLANETA Y LA ESPECIE HUMANA., desde primer grado  hasta el quinto año de educación media general, todos aprendemos divirtiéndonos con sentido de pertenencia y con amor por el suelo nativo.

La experiencia de sembrar colectivamente nos permite fortalecer conocimientos en materia agrícola, estrechar lazos de amistad con sus compañeros de aula y compartir saberes con sus padres, abuelos y familiares en general.

Además de los huertos escolares se hace necesario que trabajemos con la construcción de mesas organopónicas, e invitamos a que utilicemos esta modalidad productiva, y en nuestra Institución escolar ya estamos estudiando esta alternativa, pues no contamos con espacios de siembra a causa de no contar con terrenos para siembras más extensas.

Vayamos Todos con nuestras manos a la siembra del país eficiente, productivo, emprendedor y con la fortaleza poderosa de la voluntad de crecernos, sigamos adelante, adelante, por encima de las tumbas y de las dificultades vamos todos adelante.


¡Muchísimas Gracias!

Turmero, sábado 18 de marzo de 2018

domingo, 12 de marzo de 2017

Tirso de Molina

TIRSO DE MOLINA
(1584 – 1648)
 Iba camino hacia Madrid,  cuando le sorprende la muerte el 12 de marzo de 1648 en Almazán, provincia de Soria (España).

Tirso de Molina, cuyo nombre real era Gabriel Téllez, nació en Madrid. Según algunos, fue hijo (ilegítimo) del duque de Osuna. De joven ingresó en la Orden de la Merced y pronto fue trasladado a América. donde estuvo poco tiempo, puesto que, después de dos años, regresó a Toledo, en donde vivió la mayor parte de su vida.

Al nombrar a Tirso de Molina de inmediato viene a la mente el drama del Siglo de Oro español, siendo dos de sus dramas más reconocidos en el mundo de las letras: El Burlador de Sevilla y El condenado por desconfiado.

En un momento dado, Tirso fue criticado por sus hermanos de hábito, porque algunos de sus dramas trataban temas demasiado "humanos". Más tarde, en el Consejo de Castilla, se le prohibió escribir totalmente, por las mismas razones. Pero dicen los críticos que, a pesar de ello, continuó sigilosamente escribiendo.

Una de las características que distingue a este insigne poeta del resto de sus colegas es, a pesar de ser fraile, el estudio psicológico que hace de la mujer. En general, cuando aparecen mujeres, que es muy común, el dramaturgo las perfila con mucha exactitud. Por otra parte, parece que no tiene inconveniente en vestirlas, a veces, con atavíos masculinos.

No solamente en sus dramas se encuentran las magníficas cualidades literarias de este gran escritor, sino también en su poesía. Sus características principales podrían resumirse brevemente diciendo que es siempre muy mesurado, profundo en sus conceptos, con frecuencia tiende al humor sutil, pero siempre agradable y nunca hiriente.

Su poesía, incluso, casi siempre aparece formando parte de sus obra de teatro. Practicó y escribió en todas, o casi todas, las formas poéticas de su tiempo, tanto populares, o de "arte menor", como las más complejas, representativas del "arte mayor". Tiene varios "Certámenes" poéticos, mayormente de contenido religioso, pero llenos de humor y fina ironía.
He aquí dos de sus poemas:


VERSOS DE NOVELA CORTESANA


Niega mil veces arreo
y ninguna digas sí,
que cual tú te ves me vi
y te verás cual me veo.

Si hermosuras superiores
no sólo causan deseos,
mas en ceguedad forzosa
disculpan atrevimientos,

yo que a tanto cielo aspiro,
Señora, animoso llego.
Mas qué mucho, si la patria
es de la piedad el cielo.

Cuando amor me da sus alas
seguro al aire me entrego,
puesto que de tus castigos
me libran mis rendimientos.

Los celestiales enojos
y las venganzas se hicieron
para enfrenar arrogantes
y para domar soberbios.

Mas yo que humilde tus rayos,
sol hermoso, reverencio,
alumbraránme sus luces
perdonándome su incendio.

Yo merecí de tus ojos
no sé qué indicio ni sueño,
que el sol miró a mi esperanza
de trino en su nacimiento.

Mas, con todo, temeroso
vivo, cuando considero
que tantas dichas no están
libres de un triste suceso.

Y hasta que en lícito lazo
goce la gloria que espero,
me sobresaltan temores
y me acobardan respetos.

¡Cuándo tendrán, dueño mío,
mis esperanzas efecto,
sin que alcance la fortuna
sobre mis dichas imperio!

La mayor seguridad
no se escapa de recelo,
que como es niño Amor
tiene poco sufrimiento.

Si piadosas las estrellas
favorecen mis intentos,
y el laurel desta victoria
ceñir glorioso merezco,

sobre mi fe, a tu hermosura
levantaré firme templo
y en tus aras arderán
por víctima mis afectos.

Vive en tanto, amada mía,
vive en tanto que yo muero,
que en tus rayos, como el fénix,
espero vivir de nuevo.

Ardo amando, y ocultar
tan crecido ardor no puedo,
cuando el respecto o el miedo
no se atreven a explicar.

En este turbado mar
no acierto cuál norte siga:
por una parte me obliga
a callar el temor feo,
por otra parte el deseo
me persuade a que lo diga.

Tal vez la vista consiento
a vuestras luces, sol mío.
Tal, un suspiro os envío
entre las alas del viento.

Mas deste mudo lamento,
que del alma embajador
va a aprobar vuestro rigor,
vista y suspiro atrevido
condeno, y arrepentido
enmudece y ciega amor.

Pero ya sin esperar
remedio, y aún sin vivir
mi muerte os quiero decir,
mi amor os quiero callar.

Y no os pretendo obligar,
que quien por veros murió
en la vida que perdió
halló su felicidad.
Y ansí, Señora, piedad
os pido, que premio no.

Que la sintáis sólo quiere
mi pena para su alivio,
que un sentimiento, aunque tibio,
se le debe a quien se muere.

Mas ni estas honras espere
mi muerte, que aunque miréis
la herida, no la creeréis,
porque dudáis, ¡oh rigor!,
los efectos del amor,
como no le conocéis.

De aquel joven generoso
cantar quiere mi Talía,
de aquél a quien con más miedo
que rayos Júpiter mira.

De aquél que en Córdoba el coso
rubricó de fiera tinta,
donde sepultó los fresnos,
donde arrojó la capilla.

De aquel Pedro, heroico hijo
de Castilla, a quien estima
tanto, que en señal de amor
de su nombre se apellida.

Entró gallardo en la plaza,
robusto Adonis que libra
el aliño del afecto
y el descuido de la risa.

Después que en rompidos fresnos
cubrió la arena de astillas
y graduó de destreza
tanta suerte repetida,

como undosa línea ardiente
que airado Júpiter vibra,
para experiencias del joven,
un toro la plaza pisa.

Sino fue, por deslucirle,
de la fortuna ojeriza,
contingencias de los astros
y de los hados envidias.

Siniestro acomete el bruto,
y lo que hicieran sus iras
en un risco en el caballo
obraron ejecutivas.

Cayó, aunque herido animoso,
y adherente a su rüína,
intrépido, aunque enojado,
siguió el jinete la silla.

A la violencia del riesgo,
previniendo esta desdicha,
la tumba se estremeció
de Valladolid la rica.

Prosigue el bruto el destrozo
y atropella cuanto mira
que te afecta, que aquí el golpe
giró en los demás la vista.

Hasta que, cobrado, el joven
dio a entender que la caída
para darle nuevos bríos
fue de la tierra caricia.

Tiñe en purpúreo veneno
la ardiente espada. Y la herida
de coral inunda el coso
que, pródiga, desperdicia.

A más aplauso la fiera
cayó que la que fue grima
de Calidonia y despojo
envidioso de la ninfa.

En los riesgos la virtud
más gloriosa se examina,
que la suerte y el valor
dos cosas son muy distintas.

La destreza y el denuedo
viven donde más peligran,
que poco medran los bríos
a la sombra de la dicha.

Ansí el héroe cuantas fieras
sellan la arena atrevidas
diestro asalta, fuerte hiere,
y poderoso castiga.

Pocas, que huyendo del rayo
de su diestra vengativa,
a otros aciertos largó
su desprecio o cortesía.

Vive, pues, Garzón heroico
y a estos ensayos se sigan
victorias de mayor Marte,
que tus ardores te inspiran:

tantas que a tu mano deba
España nuevas provincias
que a la más hermosa planta
que huella la tierra rindas.

De tus mudanzas aprende
de la fortuna la rueda,
ciego Amor, que en ser instable
solamente perseveras.

¡Quién no esperara, segura,
eterna correspondencia
de un amor que confirmó
el tiempo con tantas prendas!

La mudanza de los hombres
todo respecto atropella
y el nudo que ata las almas
al primer golpe le quiebra.

No es posible, que obligados
de Amor su inconstancia templan,
que ninguno quiere bien
cuando aborrecer desea.

Solícitas ocasiones
con fingidas apariencias
no es amor, sino pagar
contra su gusto una deuda.

¡Qué mal tus ingratitudes
disculpas con tu nobleza!
Que los nobles sólo en ser
agradecidos lo muestran.

De noble traje disfrazas
tu olvido y quieres que sean
en la muerte que me das
cómplices mis conveniencias.

Llamas lisonja al agravio
y sacrificio a la ofensa
y acaso nuevo deseo
te saca de mi carena.

Bien mereciste que yo
tus consejos obedezca,
si me quieres, por pagarte:
por vengarme, si me dejas.

Mas como sé que en amor
cualquier venganza es ofensa,
despido las ocasiones
en que pudiera tenerla.

En mis desdichas estimo
que tan poca razón tengas,
que opuesta a tu ingratitud
lucirán más mis finezas.

Y enseñará mi ofendido
amor, en cana experiencia,
que un hombre no lo parece
y hay mujer que no lo sea.

Con lágrimas y suspiros
mezcló Lisis estas quejas.
Y serenando sus ojos
pobló el aire desta letra:

Mi firmeza, ingrato, tu olvido afrenta
y tu olvido es el lauro de mi firmeza.

Si queréis vivir, pastores,
Dios os libre de Luzinda,
que es un sabroso veneno
que se bebe por la vista.

Nuevas muertes ha inventado,
pues no mata a quien la mira,
y quiere, por dar más pena,
que quien la mirare viva.

Es un acíbar dorado,
de suerte que con su risa
no tienen que ver los riesgos
de las más sangrientas iras.

Tanto se precia de ingrata,
tanto blasona de esquiva,
como si piedra naciera
de aquestos peñascos hija.

Ayer le dije mis ansias
junto a aquella fuente fría,
encendiendo sus cristales
y haciendo brasas sus guijas.

Respondióme que era fuerza
el no ser agradecida.
Cobarde fue el desengaño,
pues no me quitó la vida.

¿Quién vio tal rigor, zagales?
¿Quién padeció tal desdicha,
que siendo fuerza que muera,
la muerte no me permitan?

¡Como si en blando decoro
no tuviese amor caricias
que dejasen del honor
las sagradas aras limpias!

Ingrata ha de ser por fuerza
la que por fuerza me obliga
a que a su yugo soberbio
mi cerviz humilde rinda.

Aquí yacen los deseos,
aquí murió la porfía,
con estos hielos perecen
mis esperanzas marchitas.

¡Ay, qué dolor, pastores, ay que muero

cuando es airado el Sol e ingrato el cielo!



TRIUNFO DE AMOR
Fuga

Hagan plaza, den entrada,
que viene triunfando Amor
de una batalla mortal
en que ha sido vencedor.


Romance

Una soberbia hermosura
armas contra Amor previene,
por huir del dulce yugo
que ha domado tantas frentes.

Con los rayos de sus ojos
al sol venció muchas veces,
y con victorias tan grandes
bien pudo desvanecerse.

Y viendo al Amor desnudo
persuadióse fácilmente
que de los más flacos bríos
no pudiera defenderse.

Que no es posible que haya
en desnudez tan patente
herida que al tierno niño
dolor o sangre no cueste.

Tuvo por vanas sus flechas,
que como es ciego parece
que sólo del aire vago
serán cometas lucientes.

Pues una vez que le hirieron
fue tan sin riesgo, que en breve
aun no quedó en la memoria
señal que la herida acuerde.

Presentóle la batalla,
mas con halago valiente
el niño dios resistía
sin amenazas crueles.

Y en vez de bronces bastardos
hace que en su campo suene
dulce voz, que la victoria
le previno desta suerte:

Desarmado y ciego, Amor
vencerá mejor.

Corrióse de su arrogancia
la hermosísima rebelde
y al honor pone en el campo
que le venza y atropelle.

¡Qué dura fue la batalla!
Mas el honor tuvo siempre
la desdicha de inclinarse,
y un niño entonces le vence.

Retirándose el recato,
más que cobarde, prudente
lidiaba, pero no pudo
en una ocasión valerse.

Acometiéronle juntos
una tropa de desdenes,
mas del honor rebatidos
unos huyen y otros mueren.

Ya está cerca de rendida
la bella airada, ya teme,
ya se defiende sin brío,
mas con todo se defiende.

Su entendimiento animoso
al duro combate viene,
mas cegóse con el humo
del fuego que Amor enciende.

Del respecto acompañada
la libertad te acomete.
Vino Amor con ella a brazos
y rindiósele obediente.

Vencida llora la ingrata
y sobre una alfombra verde
vertió por lágrimas perlas,
pero dulcísimamente.

Con tan preciosa victoria,
Amor ufano y alegre
manda que en dulce armonía
su gloria y triunfo celebren:

Desarmado y ciego, Amor
vencerá mejor.





Los Lusiadas
Luís de Camóes
(Publicado el 12 de marzo de 1572)

Canto Primero
Argumento del Canto Primero
Navegación de los Portugueses por los mares Orientales: celebran los dioses un consejo: se opone Baco á la navegación: Vénus y Marte favorecen a los navegantes: llegan a Mozambique, cuyo gobernador intenta destruirlos: encuentro y primera función de guerra de los Portugueses contra los gentiles: levan anclas, y pasando por Quiloa, surgen en Mombaza.



I
Las armas y varones distinguidos,
Que de Occidente y playa Lusitana
Por mares hasta allí desconocidos,
Pasaron más allá de Taprobana;
Y en peligros y guerra, más sufridos
De lo que prometia fuerza humana,
Entre remota gente, edificaron
Nuevo reino, que tanto sublimaron:
II.
Y tambien los renombres muy gloriosos
De los Reyes, que fueron dilatando
El Imperio y la Fé, pueblos odiosos
Del África y del Asia devastando;
Y aquellos que por hechos valerosos
Más allá de la muerte ván pasando;
Si el ingenio y el arte me asistieren,
Esparciré por cuantos mundos fueren.

III.
Callen del sabio Griego, y del Troyano,
Los grandes viajes, conque el mar corrieron;
No diga de Alejandro y de Trajano
La fama las victorias que obtuvieron;
Y, pues yo canto el pecho Lusitano,
A quien Neptuno y Marte obedecieron,
Ceda cuanto la Musa antigua canta,
A valor que más alto se levanta.
IV.
Vosotras, mis Tajides, que creado
En mí habeis un ingenio, nuevo, ardiente;
Si siempre, en verso humilde, celebrado
Fue por mí vuestro rio alegremente.,
Dádme ahora un son noble y levantado,
Un estilo grandílocuo y fluyente,
Con que de vuestras aguas diga Apolo,
Que no envidian corrientes del Pactolo.

V.
Dádme una furia grande y sonorosa,
Y no de agreste avena ó flauta ruda:
Más de trompa canora y belicosa,
Que arde el pecho, y color al rostro muda:
Canto digno me dad de la famosa
Gente vuestra, á quien Marte tanto ayuda:
Que se estienda por todo el universo,
Si tan sublime asunto cabe en verso.
VI.
Y vos, ¡oh bien fundada aseguranza,
De la Luseña libertad antigua,
Y no menos ciertísima esperanza
De la estension de cristiandad exigua!
Vos, miedo nuevo de la Máura lanza,
En quien hoy maravilla se atestigua,
Dada al mundo por Dios, Rey sin segundo,
Para que á Dios gran parte deis del mundo:

VII.
Vos, tierno y nuevo ramo floreciente
De una planta, de Cristo más amada
Que otra alguna nacida en Occidente,
Cesárea, ó Cristianísima llamada:
Mirad el vuestro escudo, que presente
Os muestra la victoria ya pasada,
En el que os dió, de emblemas por acopio,
Los que en la Cruz tomó para sí propio:
VIII.
Vos, poderoso Rey, cuyo alto imperio
El primero ve al sol en cuanto nace,
Y en el medio despues del hemisferio,
Y el último, al morir, saludo le hace:
Vos, que yugo impondreis y vituperio
Al ginete Ismaelita y duro Trace,
Y al turco de Asia y bárbaro gentío,
Que el agua bebe aún del sacro rio:

IX.
Breve inclinad la majestad severa
Que en ese tierno aspecto en vos contemplo,
Que luce ya, como en la edad entera,
Cuando subiendo ireis al árduo templo;
Y ora la faz, con vista placentera,
Poned en nos: vereis un nuevo ejemplo
De amor de patrios hechos valerosos,
Sublimados en versos numerosos.
X.
Amor vereis de patria, no movido,
De vil premio, mas de alto casi eterno;
Que no es un premio vil ser conocido
Por voz que suba del mi hogar paterno.
Oid; vereis el nombre engrandecido
Por los de quienes sois señor superno,
Y juzgareis lo que es más escelente,
Si ser del mundo Rey, ó de tal gente.

XI.
Oid, que no á los vuestros con hazañas
Fantásticas, fingidas, mentirosas,
Vereis loar, cual hacen las estrañas
Musas, de engrandecerse deseosas:
Las nuestras, no fingidas, son tamañas,
Que á las soñadas vencen fabulosas,
Y con Rugiero á Rodamonte infando
Y, aun siendo verdadero, hasta á Rolando.
XII.
Os daré en su lugar un Nuño fiero,
Que hizo al reino y al Rey alto servicio:
Un Égas y un Don Fúas; que de Homero,
Para ellos solos el cantar codicio;
Y por los doce Pares daros quiero,
Los doce de Inglaterra y su Magricio;
Y os doy, en fin, á aquel insigne Gama,
Que de Eneas tambien vence la fama.

XIII.
Y si del Franco Cárlos en balanza,
O de César quereis igual memoria,
Ved al primer Alfonso, cuya lanza
Oscurece cualquiera estraña gloria:
Y á aquel que al nuevo reino aseguranza
Dejó, con grande y próspera victoria,
Y á otro Juan, siempre invicto caballero,
Y al quinto Alfonso, al cuarto y al tercero.
XIV.
Ni dejarán mis versos olvidados
A aquellos que en los reinos de la Aurora,
Alzaron, con sus hechos esforzados,
Vuestra bandera, siempre vencedora:
A un Pacheco glorioso, á los osados
Almeidas, por quien siempre Tajo llora:
Al terrible Alburquerque y Castro fuerte,
Y otros, con quien poder no halla la muerte.

XV.
Y hora (que en estos versos os confieso.
Sublime Rey, que no me atrevo á tanto)
Tomad las riendas del imperio vueso
Y dad materia á nuevo y mayor canto:
Y empiecen á sentir el duro peso
(Que por el mundo todo cause espanto)
De ejércitos y hazañas singulares,
De Africa tierras y de Oriente mares.
XVI.
El Máuro en vos los ojos pone frio,
Viendo allí su suplicio decretado:
Por vos solo el gentil bárbaro impío
Al yugo muestra el cuello ya inclinado:
Tétis todo el cerúleo poderío
Para vos tiene, en dote, preparado:
Que, aficionada al rostro bello y tierno,
Adquiriros desea para yerno.

XVII.
Míranse en vos, de la eternal morada,
De los avos las dos almas famosas,
Una en la paz angélica dorada,
Otra en las duras lides sanguinosas;
En vos hallar esperan renovada
Su memoria y sus obras valerosas;
Y allá os muestran lugar, como acá ejemplo,
Que abre al mortal de eternidad el templo.
XVIII.
Mas mientras ese tiempo se dilata
De gobernar los pueblos, que os desean
Dad á mi atrevimiento ayuda grata,
Para que estos mis versos vuestros sean:
Y mirad ir cortando el mar de plata
A vuestros argonautas, porque vean
Que son vistos de vos en mar airado;
Y á ser, acostumbraos, invocado.

XIX.
Ya por el ancho Oceáno navegaban,
Las inconstantes ondas dividiendo:
Los vientos blandamente respiraban,
De las náos la hueca lona hinchendo:
Blanca espuma los mares levantaban,
Que las tajantes proras van rompiendo
Por la vasta marina, donde cuenta
Proteo su manada turbulenta.

Fuente:

LOS LUSIADAS,canto II del poema épico de Luís Vaz de Camões

LOS LUSIADAS

"Os Lusiadas" es un grandioso poema épico dividido en diez cantos, epopeya en verso que relata sucesos verídicos sobre la Historia de Portugal y los Descubrimientos.
Narra el viaje del marino Vasco de Gama que, enviado por el rey don Manuel I el Afortunado, en el cual encontró el camino de la India atravesando el Atlántico y el Índico.
Escrito por Luís Vaz de Camões o Camoens, considerado  el escritor y poeta más importante del Renacimiento portugués.
 He aquí el


Canto Segundo
Argumento del Canto Segundo
Instigado por el demonio, pretende el Rey de Mombaza destruir a los navegantes: dispóneles traiciones bajo el fingimiento de amistosa acogida. Vénus se presenta a júpiter e intercede por los portugueses: él le promete favorecerlos, y le refiere, como en profecía, algunas hazañas de aquellos en el Oriente. Mercurio se aparece en sueños a Gama, y le advierte que evite los peligros que le amenazan en Mombaza: leva anclas y llega a Melinde, cuyo Rey le recibe y hospeda benigna y generosamente.

I
Ya en este tiempo el fúlgido planeta
Que las horas del día va midiendo
Llegaba lento a la anhelada meta,
La alba luz a las gentes encubriendo,
Y de la casa de la mar, secreta,
La puerta el Dios nocturno le está abriendo,
Cuando los de la Isla se llegaron
a las naves, que ha poco que ancoraron.

                             II.
Uno entre ellos, que el cargo ha recibido
Del mortífero engaño, así decía:
«Capitán valeroso, que has corrido
Del salado Neptuno la honda vía,
Del Rey que esta Isla manda tanta ha sido,
Por tu venida, el gozo y la alegría,
Que su deseo solo es complacerte,
Y de cuanto quisieres proveerte.
III.
«Y por qué está en extremo ya ganoso
Do verte, cual persona tan nombrada,
Te ruega que, de nada receloso,
Penetres por la barra con tu armada;
Y como del camino trabajoso
Traerás la gente débil y cansada,
Restauro puedes dar  en este suelo,
Que ha menester natura algún consuelo.



                        IV.
«Y si buscando vas la mercancía
Que produce el aurífero Levante,
Clavo ardiente, canela, especería,
u otro objeto valioso comerciante;
o si quieres luciente pedrería,
Encendido rubí, duro diamante,
Lo tendrás aquí todo tan de sobra,
Que podrás convertir la idea en obra.»

V.
Al mensajero el Capitán responde,
Las palabras del Rey agradeciendo,
Y diz que porque el sol pronto se esconde
¡No está ya con su entrada, obedeciendo:
Más que cuando la luz muestre por dónde
Pueda sin ningún riesgo ir mar midiendo,
Cumplirá sin tardanza su mandado:
Que a más, por tal señor, se ve obligado.

                          VI.
Le pregunta después si son en tierra
Cristianos, y el piloto no mentía;
El mensajero astuto no lo yerra,
Y diz que es de ellos la mayor cuantía.
De esta suerte del pecho le destierra
El temor y sospecha a de falsía;
Por lo que el Capitán, incautamente,
Teme ya menos de la falsa gente.
VII.
Y de algunos que trae, condenados
Por culpas y por hechos vergonzosos
Porque pudiesen ser aventurados
En casos de esta suerte peligrosos,
Manda á dos, muy sagaces, ensayados,
A observar de los moros engañosos
La ciudad y el poder, y porque vean
Los cristianos que tanto ver desean.


                       VIII.
Por ellos manda al Rey dádiva afable
Porque la voluntad que les mostraba
Tenga firme, segura, inalterable,
La cual bien al contrario en todo estaba.
Ya el séquito salia abominable
De las naves y el campo azul cortaba;
Y los dos de la flota, con fingidos
Halagos, son en tierra recibidos.
IX.
Y después de que al Rey le presentaron
El mensaje y los dones que traían,
La ciudad recorrieron y observaron,
Si bien menos de aquello que querían;
Que los moros astutos se guardaron
De todo les mostrar lo que pedían:
Que es propio el recelar de obrar no bueno,
Y lo hace imaginar del pecho ajeno.

                          X.
Mas aquel que por joven siempre pasa,
Con belleza perpétua, y fue nacido
De dos senos y el mal urde sin tasa,
Por ver al náuta Luso destruido,
De la ciudad moraba en una casa,
Con rostro humano, en hábito fingido:
Decíase cristiano y culto hacia
En un suntuoso altar que construia.
XI.
Allí tiene en retablo figurada
Del Espíritu Santo la escultura:
La cándida paloma bien labrada
Sobre la única fénix Virgen pura.
La compañía santa está imitada
Tan propia de los doce en la figura,
Cual, de los que entre lenguas que cayeron
De fuego, libros santos refirieron.

                       XII.
Y los dos camaradas conducidos
Donde con este engaño Baco estaba.
Ponen la vista en tierra, y los sentidos
En aquel Dios que el mundo gobernaba.
Los plácidos aromas, producidos
Por Pancaya odorífera, quemaba
El de Thion; y así con fraude artero,
El falso dios adora al verdadero.
XIII.
Aquí fueron de noche agasajados
Con todo honesto tratamiento digno
Los dos Lusos, no viendo que, engañados,
Tienen por santo el fingimiento indigno,
Mas así que los rayos derramados
Al universo van del sol benigno,
Y por la puerta asoma del Oriente
La moza de Titon la roja frente:

                         XIV.
Vuelven moros de tierra con recado
Del Rey para que entrasen, y consigo
Llevan los que el de Gama hubo mandado,
De quien mostróse, el Rey sincero amigo.
Y habiéndose el caudillo asegurado
De no tener recelo de enemigo
Y que gente de Cristo en tierra habia,
Por la ofrecida barra entrar queria.
XV.
Los que mandó le dicen que allá vieron
Aras sagradas, sacerdote santo:
Que allí se confortaron, y durmieron
Cuando tendió la noche el negro manto.
Y que en el Rey y gente no advirtieron
Sino contentamiento y gusto tanto,
Que no podía haber arte sospecha
En conducta tan clara y tan perfecta.

                        XVI.
Con esto el noble Gama alegremente
Recibía a los moros que subían;
Que ánimo fiel se fia fácilmente
De muestras que verdades parecían.
La nao se henchía de perversa gente;
Su circo de los barcos que traían:
La turba alegre vá, pues se figura
Que ya la ansiada presa está segura.
XVII.
En tierra cautamente aparejaban
Munición y armas, porque así que viesen
Que en el río las naves ancoraban,
Escalarlas impávidos pudiesen;
Y de traición tan útil esperaban
Que á todos los Lusiadas destruyesen,
Pagando incautos, en tan duro estrecho,
El mal que en Mozambique tienen hecho.

                      XVIII.
Las áncoras tenaces van levando,
Con la grita nautil acostumbrada:
De la proa las velas solo dando,
A enfilar van la barra, de bordada.
Alas la bella Ericina, que guardando
Iba siempre á su gente denodada,
Viendo la gran celada, tan secreta,
Del cielo al mar se lanza, cual saeta.
XIX.
Llama á las bellas hijas de Nereo,
Y á la demás cerúlea compañía;
Que por nacer del piélago Eritreo
Toda marina grey la obedecía;
Y la ocasion propuesta y su deseo,
Con todas juntamente allá partía,
Para impedir que el portugués llegase,
Donde en lugar de gloria, tumba hallase.

                           XX.
Ya del agua aventando van de priesa
Con las colas de plata blanca bruma
Con pechos de marfil Doto atraviesa,
Con no usado vigor, la hirviente espuma:
Salta Nise, Nerina se arrepesa
Sobre la crespa mar con fuerza suma;
Y abren senda las ondas encorvadas,
De miedo á las Nereidas conjuradas.
XXI.
En hombros de un Tritón, con rostro inceso
Dione, aunque divina, vá furiosa:
No siente el que la lleva el dulce peso,
De soberbio con carga tan hermosa.
Ya cerca llegan donde el aire opreso
Hinche el lino á la gente belicosa:
Y repártense y cercan al instante
Las raudas naves que iban por delante.

                        XXII.
Vénus, con otras, corta a breve trecho
La proa capitana; allí cerrando
El camino á la barra están derecho:
En vano el aire entró la vela hinchando;
Ponen contra el tajante el blando pecho,
La fuerte nave para atrás forzando
Cercándola en redor, muchas la alzaban,
Y de la adversa tierra la apartaban.
XXIII.
Como a su cueva próvidas hormigas
Llevando el grave peso bien cargado
Las fuerzas ejercitan, enemigas
De su grande enemigo invierno helado:
Allí son sus trabajos y fatigas:
Aquí muestran vigor nunca esperado
Así andaban las ninfas impidiendo
Del bravo portugués el fin tremendo,

                   XXIV.
La nave para atrás se precipita,
Magüer de los que lleva, que clamando
Bajan velas: la gente más se agita
A un bordo y otro cables arrastrando:
El mestre activo de la popa grita,
Viendo como delante amenazando
Le está un grande marítimo rochedo
Que de romper la náo pone miedo.
XXV.
El vocerío airado se levanta
Del marinero: en el confuso embate
El bronco estruendo á la morisma espanta,
Como si viesen hórrido combate:
Ignoran la razón de furia tanta:
No saben quién les valga o desbarate:
Piensan que sus engaños son sabidos
Y que han de ser por eso allí oprimidos.

                        XXVI.
Ved cual muchos de pronto se lanzaban
A los barcos veloces que traian,
Y unos el agua en alto levantaban
Brincando al mar y a nado se fugian:
De este a aquel bordo los demás saltaban,
Movidos del temor que en otros vian:
Que antes que a sus contrarios entregarse,
Quieren al hondo mar aventurarse.
XXVII.
Así cual junto al charco, al mor de luna
Las ranas, otro tiempo Licia gente,
Si sienten acercar persona alguna.
Estando en duro suelo incautamente,
De aquí y de allí saltando a la laguna
Por huir del peligro que se siente,
Métense en la sabida madriguera
Las cabezas no más dejando fuera:

                   XXVIII.
Así los Moros huyen; y el piloto
Que las naves al riesgo infiel llevara,
Creyendo que su engaño ya era noto,
Huye tambien, saltando al agua amara.
En tanto, por no dar en el innoto
Rochedo y por salvar la vida cara,
La Capitana el ancla arroja al punto,
Y las demas ancóran, de ella junto.
XXIX.
Viendo Gama el intento y la vileza
Del Mauro, no cuidada, y juntamente
Del huir del piloto la presteza,
Conoce la intención de la impía gente;
Y al ver que, sin contraste y sin braveza
De viento, y de los mares sin corriente,
Pasar más adelante no podía,
Por divino teniéndolo, decía:

                       XXX.
«¡Oh caso grande, extraño y no esperado!
¡Oh milagro clarísimo, flamante!
¡Oh descubierto engaño descuidado!
¡Oh perfidia enemiga amenazante!
¿Quién podría del daño aparejado
Librar la vida, con saber bastante,
Si de arriba la guarda soberana,
No acudiera á la flaca fuerza. humana?
XXXI.
«Bien nos muestra la diva Providencia
De estos puertos la paz engañadora:
Bien nos hizo patente la evidencia,
Que la hospital confianza era traidora:
Mas ya que ni poder, ni humana ciencia,
Fraude tan bien urdido ve, ni explora,
¡Oh tú, guarda celeste, ten cuidado
Del que sin ti no puede ser guardado!

                    XXXII.
«Y si á tanto se inclinan tus piedades
Por esta pobre gente peregrina;
Puesto que, por tu amor y tus bondades,
La salvas de la infiel gente felina,
A algun asilo y puerto de verdades,
Desde aquí conducirnos determina:
Ó muéstranos la tierra que buscamos,
Pues solo en tu servicio navegamos.»
XXXIII.
Estas palabras le escuchó piadosas
La hermosa Citerea, y conmovida
Parte de entre las ninfas que llorosas
Quedaron de la súbita partida:
Ya sube á las estrellas luminosas:
Ya en el cielo tercero es recibida:
Pasa adelante, y en la sexta esfera
Entra, do más de cerca el padre impera,

                    XXXIV.
Y como iba animada del camino,
Tan hermosa de aspecto se mostraba,
Que á estrellas, cielo y luz, y aire vecino
Y á cuanto la iba viendo enamoraba.
De sus ojos, que el nido peregrino
Del hijo son, ardores derramaba
Con que el polo y sus hielos encendia,
Y tornaba en volcan la esfera fria.
XXXV.
Por mas enamorar al soberano
Padre, a quien siempre fué tan dulce y cara,
Se le presenta tal cual al Troyano
Ya del Ida en el bosque, se mostrara.
Si la viese el garzón que el bulto humano
Perdió, viendo á Diana en fuente clara,
¡No le hirieran los propios canes feos,
Mas antes le acabaran. los deseos.

                  XXXVI.
Los crespos hilos de oro le flotaban.
Por cuello que afrentar puede á la nieve
Sus duros pechos, al andar, temblaban,
Que amor en ellos retozon se mueve:
Llamas del seno muelle le brotaban,
De dó las almas caza el niño aleve:
Por las lisas columnas la subian
Deseos que cual yedra se tejian.
XXXVII.
Un delgado cendal es tenue capa
A aquellas partes del pudor reparo:
Mas ni el todo descubre, ni lo tapa,
De las purpúreas flores poco avaro:
Para arrancar el alma que se escapa,
Delante pone el dulce objeto raro:
Se abrasa el cielo ya de Sur á Norte:
Celos Vulcano siente, ardor Mavorte,

                        XXXVIII.
Y mostrando en su angélico semblante
Una sonrisa de pesar teñida
Como dama que fue de incauto amante
En amorosas riñas afligida,
Que solloza y sonrie al mismo instante
Y entre alegre se muestra y dolorida:
Así la diosa, á quien ninguna iguala,
Más mimosa que triste, el eco exhala,
XXXIX.
«Siempre (dice) creí, padre glorioso,
Que hácia las cosas que en verdad yo amase,
Te hallaría benigno y amoroso,
Por más que a algún contrario le pesase:
Pero, pues contra mí te miro iroso,
Sin merecerlo, sin que en nada errase,
Hágase como Baco ha decidido:
Yo asentaré que una inocente he sido.

                             XL.
«Y al pueblo, mío hoy, por quien derramo
Las lágrimas que en vano caer veo:
Al que précio bien poco, pues le amo
Siendo tu tanto en contra á mi deseo,
Por el que á tí, gimiendo pido y clamo
Y contra lo que ansío al fin peléo;
Pues por quererle yo voy á dañarle,
Quiérole querer mal para salvarle.
XLI.
«Y acabe á manos de las brutas gentes,
Que pues yo fui....» y en esto de mimosa
El rostro baña en lágrimas ardientes,
Cuajándose rocío en fresca rosa:
Y aquí un poco calló, cual sí entre dientes
Se le cortara el habla congojosa;
Y volvía a seguir, cuando el Tonante,
De lo que va a decir ya está delante,

                           XLII.
Y de las blandas muestras conmovido
Que amansáran de un tigre el pecho duro,
Con rostro cual de cielo en luz teñido,
Torna claro y sereno el aire oscuro.
Las lágrimas la enjuga, y encendido
Besa su faz; su cuello abraza puro,
Y es fijo que si allí solo se hallára,
Otro nuevo Cupido se engendrara.
XLIII.
Y á su rostro juntando el rostro amado,
Que el sollozo y las lágrimas aumenta
(Como niño del ama castigado
Que quien le halaga, el lloro le acrecienta)
Por ponerla en sosiego el pecho airado,
Muchos casos futuros la presenta;
Y del hado los fondos revolviendo,
De esta manera en fin le va diciendo:

                        XLIV.
«Hija cara preciosa, ningun trance
Rendirá á tus valientes Lusitanos:
Ni habrá quien de mí nunca más alcance
Que esos llorosos ojos soberanos;
Y te ofrezco, hija mía, que aún avance
Su fama á la de Griegos y Romanos,
Por los hechos ilustres que esta gente
Ha de obrar en los climas del Oriente
XLV.
«Que si el facundo Ulises escapara
De car en la Ogigia eterno esclavo
Y si Antenor los senos penetrara
Ilirios y en la fuente de Timavo;
Y si el piadoso Eneas navegara
De Scila y de Caribdis el mar bravo.
Tus Lusos, con designios más profundos,
Irán mostrando al mundo nuevos mundos.

                       XLVI.
«Altos muros, castillos, pueblos varios,
Hija, verás por ellos construidos:
Los Turcos, ferocísimos contrarios,
Siempre por su valor serán vencidos:
A los Reyes del Indo, voluntarios,
Los verás al Rey suyo sometidos,
Y por ellos de todo en fin señores,
La tierra alcanzára leyes mejores.
XLVII.
Y verás al que ahora presuroso,
Con riesgo tanto, al Indo va buscando,
Rendírsele Neptuno, de medroso,
Sus, espaladas sin vientos encrespando.
¡Oh nunca visto caso y milagroso
Que hierve y trema el mar en calma estando!
¡Oh gente, fuerte y de altos pensamientos!
¡Miedo tienen de tí los elementos!

                  XLVIII.
«Verás que el que agua darle no quería,
En puerto ha de tornarse conveniente,
En que descansen de su larga via
Las naves que naveguen de Occidente.
Toda esta costa, en fin, que há poco urdia
El engaño mortífero, obediente
Le pagará tributos, conociendo
Del Luso invicto el ímpetu tremendo.
XLIX.
«Y veréis el mar rojo, tan famoso,
Amarillo tornarsele de hinchado:
Veréis de Ormuz el Reino poderoso
Por dos veces rendido y subyugado:
Allí veréis al Moro temeroso
De sus saetas mismas traspasado;
Y verá, en fin, quien contra Lusos trate,
Que, si resiste, contra si combate.

                            L.
«Veréis a Dío, inexpugnable corte,
Sufrir dos sitios, de los vuestros siendo:
Allí se mostrará su pró y su porte,
Hechos de armas grandísimos luciendo:
Envidioso vereis al gran Mavorte
Del Lusitano corazon tremendo:
La voz del Moro allí sonará estrema,
Que, á nombre del Koran, de Dios blasfema,
LI.
«Goa será a los Moros conquistada,
La cual vendrá después a ser señora
Del Portugués Oriente, y sublimada
Con los triunfos de gente vencedora:
Allí soberbia, altiva y ensalzada,
Al Gentil, que los ídolos adora,
Pondrá freno, y pondralo á cuanta tierra
Levante imbécil á los vuestros guerra.

                      LII.
«Vereis la fortaleza sustentarse
De Cananor, con poca fuerza y gente;
Y á Calecut vereis desbaratarse,
Populosa ciudad, grande y potente:
Y vereis en Coquim significarse
Tanto un pecho de escelso y de valiente,
Que cítara jamás cantó victoria
Que merezca tan alta fama y gloria.
LIII.
«No de Marte al clamor se vio furioso
Hervir Léucada en armas cuando Octavio,
Del Accio en la civil pugna, animoso,
Al capitán Romano cerró el labio
Que del mar do la Aurora y del sañoso
Scítico Bactra y desde el Nilo sabio
La victoria traía y rica presa,
Preso él también de impúdica princesa:

                          LIV.
«Como vereis el mar, hirviendo acaso
Al incendio del Luso que brillando,
Al Moro y al Gentil llevará opreso,
De naciones sin número triunfando:
Sujetando el dorado Quersoneso
Y hasta el lejano China navegando,
Siéndole todo el piélago obediente
Con las islas remotas del Oriente.
LV.
«De manera, hija mia, que, a despecho
Do Baco, cumplirá su alto destino,
Pues nunca brillará tan fuerte pecho
Del Gangético mar al Eritrino,
Ni de las Bóreas aguas al estrecho
Que el agraviado Luso á mostrar vino,
Aunque del mundo entero, de afrentados,
Todos resucitáran los pasados.»

                       LVI.
Esto diciendo, envia al mensajero
Hijo de Maya á tierra, á que prevenga
Un pacífico y fácil surgidero
Dó la armada, sin riesgo, puerto tenga;
Y para que en Mombaza aventurero
El fuerte Capitan no se detenga,
La tierra dó el alivio halle el Luseño,
Manda que se le muestre allá en su sueño.
LVII.
Bajando el Cilenéo, el aire corta,
Que al calzado de pluma se estremece:
La fatal vara suya en alto porta,
Con que los cánsos ojos adormece,.
Con que saca de averno el alma absorta,
Y á cuya vista el báratro obedece:
Cubre el sombrero alígero el cabello,
Y así llega á Melinde el númen bello.

                     LVIII.
Con él lleva á la fama, porque diga
Del Lusitano el grande esfuerzo raro:
Que nombre ilustre á cierto amor obliga,
Y le hace, al que lo tiene, dulce y caro.
De ese arte haciendo va la gente amiga
Con el rumor altísimo y preclaro:
Ya Melinde en deseos arde todo
De ver del fuerte Luso el gesto y modo.
LIX.
De allí para Mombaza luego parte,
Dó las naves estaban temerosas,
A mandar á la gente que se aparte
De la barra y las tierras sospechosas
Porque valen muy poco esfuerzo y arte
Contra infernales fraudes engañosas;
Y poco astucia, y brio, y altos vuelos,
Si su aviso y favor no dan los cielos.

                      LX.
Del camino la noche ha andado:
Las estrellas con luz tienen ajena
El mundo, desde el cielo, iluminado:
La gente duerme tras de larga pena;
Y el capitan ilustre, ya cansado
De la vigilia, en la alta noche plena,
Breve reposo á sus pupilas daba,
Mientras la guardia á cuartos vigilaba.
LXI.
Mercurio en sueño aquí se le aparece,
Diciéndole: «Huye, Lusitano,
Del riesgo que el perverso rey te ofrece
Con oculta celada y golpe insano:
Huye, que el viento asaz te favorece:
Tienes sereno al cielo y al Océano;
Y Rey te espera amigo en otra parte,
Donde puedas seguro repararte.

LXII.
«El hospedaje, en esta prevenido
Es el que Diomedes fiero daba
Dó tenian por pasto conocido
Sus caballos la gente que hospedaba:
Es de Busiris el altar temido,
Dó sus huéspedes tristes inmolaba:
Eso hallarás aquí, si mucho esperas:
Huye de gentes pérfidas y fieras.
LXIII.
«Ve lejos de la costa discurriendo,
Y hallarás otra tierra de verdades,
Casi junto de allí dó el sol ardiendo
Iguala sombra y luz en cantidades:
Allí tu flota afable recibiendo
Un rey, con bien seguras amistades,
Amparo te dará con alegría,
Y para el Indo cierto, y sabio guia.»

LXIV.
Dice, y del Dios se borra la figura
Al Capitan, que con muy grande espanto
Despierta y ve romper la sombra oscura
Una súbita luz y rayo santo;
Y la verdad del sueño viendo pura,
Y la impia tierra que amenaza tanto,
Con mente nueva, á su maestre ordena
Que las velas dé al punto al aura amena.
LXV.
«Da, da las velas (dice) al largo viento,
Que el tiempo es de favor y Dios lo manda;
Y un mensajero vi del claro asiento
Que en pro no más de nuestros pasos anda.»
En esto ya comienza el movimiento
De marineros de una y otra banda,
Que tiran de las áncoras, gritando,
Las rudas fuerzas útiles mostrando,

LXVI.
En esto que las anclas levantaban,
En la sombra los Moros escondidos,
Las amarras, muy quedo, les cortaban,
Porque á las costas fueran sacudidos.
Mas con vista de lince vigilaban
Los Portugueses, siempre apercibidos;
Y aquellos que, en alerta, ya los vieron,
No remando, volando, se fugieron.
LXVII.
Ya las agudas proras apartando
Iban las moles húmedas de plata:
Soplándoles va el aire igual y blando,
Con ráfaga benigna, fresca y grata:
De los pasados riesgos van hablando;
Que la memoria dura y se aquilata
En los grandes peligros, dó se acierta
De la tumba a escapar que estaba abierta.

LXVIII.
Dado habia una vuelta el sol ardiente,
Y otra nueva empezaba, cuando miran
Dos naves, desde lejos, blandamente
Navegando á los vientos que respiran:
Que seria juzgaron Máura gente,
Pues las velas, al verlos cerca, viran.
Uno del mal pasar que recelaba,
Por salvarse, la costa bien tomaba.
LXIX.
No el otro que se queda es tan mañoso:
Que cae en el poder del Lusitano,
Sin el rigor de Marte pavoroso,
Ni las horrendas furias de Vulcano;
Que como débil era y temeroso,
Aquel corto rebaño mauritano,
Resistirse no quiso, conociendo
Que peor lo pasara resistiendo.

LXX.
Y como tanto Gama desease
Piloto para el Indo que buscaba,
Pensó que de estos Moros le tomase:
Mas no le sucedió como trataba,
Que ninguno encontró que le enseñase
A qué parte del cielo la India estaba;
Si bien dícenle allí que no remoto,
Melinde está, donde hallará piloto.
LXXI.
Loan del Rey los Moros las bondades,
Condicion liberal, franca y sincera,
Ímpetus compasivos y piedades,
Y lo que por su grey se le venera.
No duda el Capitan de estas verdades,
Porque ya de esta suerte lo supiera
Del Cilenéo, en sueño; así partieron,
Donde el sueño y el Moro les dijeron.

LXXII.
Era en el tiempo alegre, cuando entraba
De Europa al robador la luz Fébea,
Y el uno y otro cuerno le contaba,
Y derramaba Flora el de Amaltéa.
La memoria del dia renovaba
El sol, que al cielo rápido rodea.
En que el autor que todo lo dispuso,
Á cuanto habia hecho el sello puso.
LXXIII.
Y llegaba la armada á aquella parte
Dó el Reino de Melinde ya se via,
De alegres toldos puesta de tal arte,
Que bien muestra estimar santo dia:
Flota al viento bandera y estandarte
Que purpúreo color lejos lucia:
Suenan los atambores y panderos:
Y así entraban alegres los guerreros:

LXXIV.
Llénase la ancha playa Melindana
De los que van á ver la alegre flota,
Gente mas verdadosa y mas humana
De cuanta atras dejaba en su derrota
Surge al frente la armada Lusitana
Con el ancla lanzada el mar azota;
Y uno va de la nave antes cogida,
Á prevenir al Rey de su venida.

LXXV.
El Rey que la lealtad sabe de cierto
Que al Portugués espíritu engrandece,
Se complace de verlos en su puerto
Cuanto la gente altísima merece:
Y con la fe y el corazón abierto
Que ánimos generosos ennoblece,
Les suplica desciendan a su tierra,
Y que dispongan de cuanto ella encierra.

LXXVI.
Ofrecimientos eran verdaderos,
Y palabras sinceras, no amañadas,
Las del Rey á tan dignos caballeros,
Que tienen tantas aguas navegadas.
Y les manda lanígeros carneros,
Y gallinas domésticas cebadas,
Y las frutas que entonce en tierra había;
Y el modo aun á la dádiva excedía.

LXXVII.
Recibe el capitán ledo y seguro
Al mensajero alegre y su recado;
Y manda luego al Rey otro, no oscuro,
Que traia de lejos preparado:
Purpurina color de fuego puro,
Y ramoso coral fino y preciado,
Que bajo de las aguas blando crece,
Y estando fuera de ellas se endurece.

LXXVIII.
Mándale uno además de habla elegante
Que paces con el Rey instituyera,
Y que, de no bajar en el instante
Á verle, sus disculpas le ofreciera.
Con tal mision el nuncio bien parlante,
En cuanto al Moro á presentarse fuera,
Con estilo, que Palas le enseñaba,
Estas palabras fácil pronunciaba:

LXXIX.
«Alto Rey, á quien fue del cielo puro
Por la justicia suma concedido
Refrenar al soberbio pueblo duro,
Del que eres tan amado cuan temido:
Como amparo muy fuerte y muy seguro,
Y del Oriente todo conocido,
Venímoste á buscar, para que hallemos
En tí el remedio cierto que queremos.

LXXX.
«Robadores no somos que, pasando
Por las flacas ciudades descuidadas,
La gente á fierro y fuego van matando,
Por robar sus haciendas codiciadas;
Sino que desde Europa navegando,
Vamos buscando tierras apartadas
Del Indo grande y rico, por decreto
De un Rey que hacemos de alto y gran
respeto.

LXXXI.
«¡Qué raza hemos hallado ¡oh Dios! de gente
¡Qué uso y costumbre de tan torpe laya,
Que no el puerto nos vedan solamente,
Sino hasta el suelo de desierta playa!
¿Qué daño de nosotros se presiente,
Que de tan pocos á temerse vaya,
Y en hundirnos se empeñen y perdernos,
Con astucia robada á los infiernos?

LXXXII.
«Mas tú, de quien seguros confiamos
En más recta verdad, ¡oh Rey benigno!
Tú, de quien el auxilio aquel buscamos
Que el Ítaco extraviado hubo de Alcino:
Á tu puerto tranquilos aportamos,
Conducidos de intérprete divino;
Que pues a ti nos manda, es bien seguro
Que es sincera tu fe, tu afecto puro.

LXXXIII.
«Y no cures, Señor, de que no venga
El nuestro capitán esclarecido
Á verle ó á servirte por que tenga
Sospecha de que tu ánimo es fingido:
Mas sabe que así lo hace por que obtenga
Completa ejecución lo prevenido
Por su Rey, que le manda que, en su viaje,
A ningún puerto de las naos baje.

LXXXIV.
«Y como á los vasallos es propicio
Que gobierne los miembros la cabeza,
No querrás, pues de Rey tienes oficio,
Que faltemos del nuestro á la entereza.
Mas al favor y al alto beneficio
Que ora halla en ti promete con firmeza,
Que en gratitud los Lusos no declinen
Mientras los rios á la mar caminen.»

LXXXV.
Así decía; y todos juntamente
Unos con otros en corrillo hablando.
Loaban el esfuerzo de la gente,
Que tanto cielo y mar iba pasando;
Y el Rey ilustre el ánimo obediente
Del Luso, entre sí mismo, contemplando,
Tenía por valor grande, y subido,
El de Rey de tan lejos bien servido.

LXXXVI.
Y con vista risueña y franco pecho
Así al embajador dice y anima:
«Cual de vosotros yo nada sospecho,
Que en vosotros ningun temor se imprima,
Pues vuestras obras y valor derecho
Os dan del mundo á merecer la estima;
Y quien os cause daño y sufrimiento,
Mal tener puede alzado pensamiento.

LXXXVII.
«De no atierra venir toda la gente,
Por no excederse de la real licencia,
Si verdad es que mi amistad lo siente,
Tengo en mucho, yo Rey, tanta obediencia;
Y pues que vuestra ley no lo consiente,
Tampoco quiero yo que la excelencia
De pueblo tan leal caiga en desvío,
Solo por complacer al gusto mío.

LXXXVIII.
«Así cuando la pura luz llegada
Fuere al mundo, en mis leves almadías,
A visitar iré la fuerte armada,
Que tanto ver anhelo ha tantos días.
Y si viene de la mar muy maltratada,
De adversos vientos, de penosas vías,
Pilotos, municiones, armamentos,
Aquí tendrá, con limpios pensamientos.»


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