"Sólo sé que no sé nada" Sócrates. Aprende a interrogar razonablemente, a escuchar con atención, a responder serenamente y a callar cuando no tengas nada que decir. Cuando esto aprendas estarás andando por la senda de la sabiduría.

sábado, 27 de mayo de 2017

REFLEXIONES| El Loco


El loco

En un pueblito rodeado de montañas vivía un loco, la gente del pueblo le llamaba así: "EL LOCO", ¿y porqué le llamaban así, acaso hacía cosas disparatadas, cosas raras, cosas diferentes a lo que hace la mayoría de las personas, al menos en ese pueblo?.

La gente al verlo pasar se reía y se burlaba de él, humildemente vestido, sin posesiones, sin una casa de su propiedad, sin una esposa ni unos hijos; *un desdichado*, pensaba la gente, alguien que no beneficiaba a la sociedad, "un inútil"– comentaban otros–.

Más he aquí que este viejo ocupaba su vida sembrando árboles en todas partes donde pudiera, sembraba semillas de las cuales nunca vería ni las flores ni el fruto, y nadie le pagaba por ello y nadie se lo agradecía, nadie lo alentaba, por el contrario, era objeto de burla ante los demás.
Y así pasaba su vida, poniendo semillas, plantando arbolitos ante la burla de los demás. Y he aquí que ese ser era un gran Espíritu de Luz, que poniendo la muestra de como se deben hacer las cosas, sembrando, siempre sembrando sin esperar a ver el fruto, sin esperar a saborearlo.

Y sucedió que un día andaba de gira por esos rumbos el Presidente de la República de aquellos lugares, rodeado de su escolta y observaba lo que sucedía verdaderamente en su patria, para no escucharlo a través de la boca de sus ministros.
Al pasar por aquel lugar y al encontrarse al Loco le preguntó: _ ¿Qué haces, buen hombre?
Y el viejo le respondió: _ Sembrando Señor, sembrando.
Nuevamente inquirió el Presidente: –Pero, ¿cómo es que siembras?. estás viejo y cansado, y seguramente no verás siquiera el árbol cuando crezca. ¿Para qué siembras entonces?–.
A lo que el viejo contesto: –Señor, otros sembraron y he comido, es tiempo de que yo siembre para que otros coman–.
El Presidente quedó admirado de la sabiduría de aquel hombre al que llamaban LOCO, y nuevamente le preguntó:
_ Pero no verás los frutos, y aun sabiendo eso continuas sembrando... Por ello te rayudaremos, por esa gran lección que me has dado.
El Presidente  llamo a uno de sus guardias para que trajese una pequeña bolsa con monedas de oro u las entregó al sembrador.
El sembrador respondió : _Ves, Señor, como ya mi semilla ha dado fruto, aún no la acaba de sembrar y ya me está dando frutos, y aun más, si alguna persona se volviera loca como yo y se dedicara solamente a sembrar sin esperar los frutos sería el más maravilloso de todos los frutos que yo hubiera obtenido, porque siempre esperamos algo a cambio de lo que hacemos, porque siempre queremos que se nos devuelva igual que lo que hacemos. Esto, desde luego, sólo cuando consideramos que hacemos bien, y olvidándonos de lo malo que hacemos.

El Presidente le miró asombrado y le dijo : _ ¡Cuánta sabiduría y cuánto amor hay en ti!, ojalá hubiera más como tú en este mundo, con unos cuantos que hubiese, el mundo sería otro; más nuestros ojos tapados con unos velos propios de la humanidad, nos impiden ver la grandeza de seres como tu. Ahora me retiraré porque, si sigo conversando contigo, terminaré por darte todos mis tesoros, aunque sé que los emplearlas bien, tal vez mejor que yo. ¡Qué Dios te Bendiga!.

Y terminado esto, partió el Presidente junto con su comitiva, y el Loco siguió sembrando y no se supo de su fin, no se supo si terminó muerto y olvidado por ahí en algún cerro, pero él había cumplido su labor, realizó la misión, la misión de un Loco.

Reflexión:
Este cuento sirve para ilustrarnos lo que muchos seres hacen en este mundo, pero callados, sin esperar recompensa y he aquí que se requieren muchos locos en el mundo, seres que repartan la Luz, que den la enseñanza, que sean guías en este mundo tan hambriento de la enseñanza espiritual.

Humanismo: La Sentencia del justo


Humanismo: Los Hijos Infinitos

Los hijos infinitos

Andrés Eloy Blanco 


Cuando se tiene un hijo, 
se tiene al hijo de la casa y al de la calle entera, 
se tiene al que cabalga en el cuadril de la mendiga 
y al del coche que empuja la institutriz inglesa 
y al niño gringo que carga la criolla 
y al niño blanco que carga la negra 
y al niño indio que carga la india 
y al niño negro que carga la tierra.
Cuando se tiene un hijo, se tienen tantos niños 
que la calle se llena 
y la plaza y el puente 
y el mercado y la iglesia 
y es nuestro cualquier niño cuando cruza la calle 
y el coche lo atropella 
y cuando se asoma al balcón 
y cuando se arrima a la alberca; 
y cuando un niño grita, no sabemos 
si lo nuestro es el grito o es el niño, 
y si le sangran y se queja, 
por el momento no sabríamos 
si el ¡ay! es suyo o si la sangre es nuestra.
Cuando se tiene un hijo, es nuestro el niño 
que acompaña a la ciega 
y las Meninas y la misma enana 
y el Príncipe de Francia y su Princesa 
y el que tiene San Antonio en los brazos 
y el que tiene la Coromoto en las piernas. 
Cuando se tiene un hijo, toda risa nos cala, 
todo llanto nos crispa, venga de donde venga. 
Cuando se tiene un hijo, se tiene el mundo adentro 
y el corazón afuera. 
Y cuando se tienen dos hijos 
se tienen todos los hijos de la tierra, 
los millones de hijos con que las tierras lloran, 
con que las madres ríen, con que los mundos sueñan, 
los que Paul Fort quería con las manos unidas 
para que el mundo fuera la canción de una rueda, 
los que el Hombre de Estado, que tiene un lindo niño, 
quiere con Dios adentro y las tripas afuera, 
los que escaparon de Herodes para caer en Hiroshima 
entreabiertos los ojos, como los niños de la guerra, 
porque basta para que salga toda la luz de un niño 
una rendija china o una mirada japonesa.
Cuando se tienen dos hijos 
se tiene todo el miedo del planeta, 
todo el miedo a los hombres luminosos 
que quieren asesinar la luz y arriar las velas 
y ensangrentar las pelotas de goma 
y zambullir en llanto ferrocarriles de cuerda. 
Cuando se tienen dos hijos 
se tiene la alegría y el ¡ay! del mundo en dos cabezas, 
toda la angustia y toda la esperanza, 
la luz y el llanto, a ver cuál es el que nos llega, 
si el modo de llorar del universo 
el modo de alumbrar de las estrellas.

viernes, 26 de mayo de 2017

Tolerancia



 CUATRO FORMAS DE TOLERANCIA

Propuestas por el Maestro Hsing Yun.

El Maestro Hsing Yun nació en Jiangdu, en la provincia de Jiangsu, China, en 1927, e ingresó como novicio en un monasterio cerca de Nanjing a los doce años. Fue ordenado totalmente en 1941, y es el cuadragésimo octavo patriarca de la escuela Chan, Lin-Ji (Rinzai).
Durante la guerra civil, se trasladó a Taiwán y allí comenzó su promoción del Budismo Humanitario, un budismo que enseña que no hace falta “ir a otro lugar” para encontrar la iluminación, sino que los seres humanos podemos realizar nuestra verdadera naturaleza aquí y ahora, en este mundo. Cuando hacemos realidad el altruismo, la tolerancia, la compasión, la alegría y la ecuanimidad, estamos practicando los conceptos fundamentales del Budismo Humanitario, aquellas enseñanzas que Buda transmitiera para liberarnos del sufrimiento, y a la vez ayudando a todos los seres sentirse bien y por ende a nosotros mismos.
Fundó la orden budista internacional Fo Guang Shan cuyas 4 misiones son difundir la cultura, la educación y el servivio social a la par que la práctica religiosa. La BLIA -Asociación Internacional Luz de Buda-, organización de laicos a la Orden, también realiza numerosas obras de bien público. Siendo el Venerable Maestro Hsing Yun un franco defensor de la igualdad entre personas de todas las razas y creencias religiosas, Fo Guang Shan tiene el número más grande de monjas que cualquiera otra orden budista en la actualidad. Ha trabajado para mejorar el prestigio de la mujer en Taiwán, proporcionando y manteniendo oportunidades de educación y liderazgo.
La mayor fuerza de la humanidad, sostiene,  no consiste en armas de fuego, puños, ni en poderío militar, sino en la capacidad de tolerancia. Todo tipo de fuerza debe inclinarse delante de quien tolera.

Los cuatro principios propuestos para la tolerancia son:

1. No responder a las blasfemias

Cuando somos insultados, provocados o acusados injustamente debemos responder con el silencio. Si respondemos de la misma forma cuando somos víctimas de la blasfemia, nos igualamos con aquellos que nos insultan, rebajando nuestro nivel. Si nos mantenemos en silencio usándolo como arma contra las blasfemias, evocando la conciencia de quien las pronunció, esta fuerza es, la del silencio, es considerablemente mayor.

2. Mantenerse en calma frente a los infortunios
Cuando nos encontramos con personas que nos quieren incomodar, derrumbar u oprimir, debemos enfrentarlas con calma, evitando cualquier confrontación. No responder con un puñetazo cuando se recibe uno, ni responder con un puntapié cuando se recibe otro, pues de esta confrontación nadie sale vencedor. Si la intención es buscar venganza de un odio momentáneo, no alcanzará el éxito de grandes hazañas.

3. Compasión frente a la envidia y el odio
Frente a la envidia y el odio de otros no debemos responder jamas con odio y envidia, sino con corazón abierto y alma compasiva, ofrecer nuestra amistad y mostrarles nuestra intención pacífica, demostrando así, con educación, nuestra superioridad.

4. Gratitud frente a las difamaciones
Si alguien lo insulta y difama, no se enoje con quien lo provocó, sino acuérdese de los beneficios que esa persona le proporcionó en el pasado y sea agradecido por eso. Principalmente, no se olvide de que en el fango más inmundo crece la impecable flor de loto. Cuanto más oscuro es el lugar, mayor es la necesidad de mantener encendida la luz del alma. Por lo tanto, ante las difamaciones, aquellos que nos difaman deben ser influenciados con ética, compasión y misericordia; solamente así la superaremos, con moralidad y tolerancia.

El verdadero vencedor tiene la fuerza de la tolerancia y el coraje de asumirla frente a los insultos, los atropellos y las opresiones.