"Sólo sé que no sé nada" Sócrates. Aprende a interrogar razonablemente, a escuchar con atención, a responder serenamente y a callar cuando no tengas nada que decir. Cuando esto aprendas estarás andando por la senda de la sabiduría.

martes, 5 de julio de 2016

El Nazareno de San Pablo

EL NAZARENO DE SAN PABLO

Cada miércoles de la Semana Santa, el llamado Miércoles del Dolor,  una densa multitud de feligreses desborda la Basílica de Santa Teresa en Caracas para adorar y "pagar promesa" al Nazareno de San Pablo, imagen que es custodiada en este recinto desde 1880.
Desde el amanecer los devotos se congregan para agradecer a Cristo los favores recibidos y acuden en su honor ataviados con túnicas morada, orquídeas – flor nacional de Venezuela–, crucifijos y otros símbolos religiosos para pedir salud, bienestar y paz; muchos pagan su promesa recorriendo de rodillas o descalzos los espacios adyacentes a la Basílica.
El Nazareno de San Pablo, advocación de Jesucristo, es una talla realizada en madera de Sevilla atribuida al escultor español Felipe de Ribas; remite al forzoso tramo sufrido por Cristo al llevar a cuestas la Cruz, y su rostro gacho lacerado por una corona de espinas muestra la voluntad de aceptación del dolor en lugar de todos los hijos de Dios. Suele vestir galas para la celebración la fiesta tradicional del Miércoles Santo, una hermosa túnica morada adornada con hilos de oro y enmarcado de orquídeas.
escultura del Nazareno de San Pablo es atribuida al escultor Felipe de Ribas.
La leyenda relata que cuando el artista culminó su obra y se paró frente a ella para admirarla, escuchó una voz que salía de la imagen diciéndole: “¿Dónde me viste que me has hecho tan perfecto?”, el tallista, impresionado, cayó al suelo y murió.

Esta imagen durante muchos años recibió culto en la capilla San Pablo hasta que en el año 1880, cuando el entonces presidente fe la República Antonio Guzmán Blanco ordenó demoler dicha Capilla y construyó en el mismo lugar el Teatro Municipal de Caracas.
La leyenda  cuenta que cuando Guzmán inauguró el teatro, estando en su palco presidencial, vio al Nazareno y este le preguntó “¿Dónde está mi iglesia?”, lo que motivó a que el entonces Presidente le comentara a su esposa lo ocurrido.

Pero esta no era la única conversación que habían tenido el Presidente y su esposa por el Nazareno, pues ella se encontraba molesta por la demolición de la iglesia. Es allí cuando Guzmán Blanco toma la decisión de mandar a construir la basílica Santa Teresa en honor a ella y fue trasladada la santa imagen.

La talla del Nazareno de San Pablo fue traída al país por Fray González de Acuña y la consagró en 1674 a la antigua Capilla de San Pablo, el Ermitaño –ubicada en los terrenos que actualmente ocupa el Teatro Municipal–. Para el año 1696 una epidemia de viruela azotaba la ciudad, así que la imagen fue sacada en procesión para pedir por los enfermos; cuenta la historia que la talla tropezó con un limonero, de cuyas ramas se desprendieron los frutos y se alojaron en las espinas de la corona, lo cual fue asumido por los fieles como una señal que motivó a la elaboración de una bebida de limones que se le ofreció a los enfermos, obteniendo rápidamente su curación milagrosa. Por este hecho se la conoce también como El Limonero del Señor.

El Miércoles Santo a las doce del mediodía se inician en la Basílica las 18 eucaristías hasta las cinco de la tarde, cuando se efectúa la Procesión del Nazareno de San Pablo o Limonero del Señor. Los devotos que asisten para adorar la imagen no sólo provienen de Caracas y zonas aledañas, sino de cualquier rincón de Venezuela e incluso de otros países. Muchos van como observadores admirados  de apreciar la profunda devoción y comunión que se da en tan noble evento de la Fe en el imponente edificio de la Basílica de Santa Teresa –erigida, como antes anotamos,  por orden de Antonio Guzmán Blanco como parte de su plan urbanizador para la Caracas de fines del siglo XIX.
El egregio poeta venezolano Andrès Eloy Blanco compuso el poema El Limonero del Señor  y cuyo texto completo es el siguiente.

El Limonero Del Señor
Andrés Eloy Blanco

En la esquina de Miracielos
agoniza la tradición.
¿Qué mano avara cortaría
el limonero del Señor...?
Miracielos; casuchas nuevas,
con descrédito del color;
antaño hubiera allí una tapia
Y una arboleda y un portón.
Calle de piedra; el reflejo
encalambrado de un farol;
hacia la sombra, el aguafuerte
abocetada de un balcón,
a cuya vera se bajara,
para hacer guiños al amor,
el embozo de Guzmán Blanco
En algún lance de ocasión.
En el corral está sembrado,
junto al muro, junto al portón,
y por encima de la tapia
hacia la calle descolgó
un gajo verde y amarillo
el limonero del Señor.
Cuentan que en pascua lo sembrara,
el año quince, un español,
y cada dueño de la siembra
de sus racimos exprimió
la limonada con azúcar
Para el día de San Simón.
Por la esquina de Miracielos,
en sus Miércoles de dolor,
el Nazareno de San Pablo
Pasaba siempre en procesión.
Y llegó el año de la peste;
moría el pueblo bajo el sol;
con su cortejo de enlutados
pasaba al trote algún doctor
y en un hartazgo dilataba
su puerta «Los Hijos de Dios».
La Terapéutica era inútil;
andaba el Viático al vapor
Y por exceso de trabajo
se abreviaba la absolución.
Y pasó el Domingo de Ramos
y fue el Miércoles del Dolor
cuando, apestada y sollozante,
la muchedumbre en oración,
desde el claustro de San Felipe
hasta San Pablo, se agolpó.
Un aguacero de plegarias
asordó la Puerta Mayor
y el Nazareno de San Pablo
salió otra vez en procesión.
En el azul del empedrado
regaba flores el fervor;
banderolas en las paredes,
candilejas en el balcón,
el canelón y el miriñaque
el garrasí y el quitasol;
un predominio de morado
de incienso y de genuflexión.
—¡Oh, Señor, Dios de los Ejércitos.
La peste aléjanos, Señor...!
En la esquina de Miracielos
hubo una breve oscilación;
los portadores de las andas
se detuvieron; Monseñor
el Arzobispo, alzó los ojos
hacia la Cruz; la Cruz de Dios,
al pasar bajo el limonero,
entre sus gajos se enredó.
Sobre la frente del Mesías
hubo un rebote de verdor
y entre sus rizos tembló el oro
amarillo de la sazón.
De lo profundo del cortejo
partió la flecha de una voz:
—¡Milagro...! ¡Es bálsamo, cristianos,
el limonero del Señor...!
Y veinte manos arrancaban
la cosecha de curación
que en la esquina de Miracielos
de los cielos enviaba Dios.
Y se curaron los pestosos
bebiendo el ácido licor
con agua clara de Catuche,
entre oración y oración.
Miracielos: casuchas nuevas;
la tapia desapareció.
¿Qué mano avara cortaría
el limonero del Señor...?
¿Golpe de sordo mercachifle
o competencia de Doctor
o despecho de boticario
u ornamento de la población...?
El Nazareno de San Pablo
tuvo una casa y la perdió
y tuvo un patio y una tapia
y un limonero y un portón.
¡Malhaya el golpe que cortara
el limonero del Señor...!
¡Mal haya el sino de esa mano
que desgajó la tradición...!
Quizá en su tumba un limonero
floreció un día de Pasión
y una nueva nevada de azahares
sobre la cruz desmigajó,
como lo hiciera aquella tarde
sobre la Cruz en procesión,
en la esquina de Miracielos,
¡el limonero del Señor...!

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.