"Sólo sé que no sé nada" Sócrates. Aprende a interrogar razonablemente, a escuchar con atención, a responder serenamente y a callar cuando no tengas nada que decir. Cuando esto aprendas estarás andando por la senda de la sabiduría.

viernes, 10 de febrero de 2017

Batalla de la Victoria

Batalla de la Victoria
12 de febrero de 1814



Batalla de La Victoria
En esta memorable Batalla, los generales patriotas José Félix Ribas y Vicente Campo Elías, junto con tropas formadas por jóvenes seminaristas y estudiantes de la Universidad de Caracas, entre otros, derrotaron en la Batalla de La Victoria a las tropas realistas conducidas por José Tomas Boves y Francisco Tomás Morales.
La Victoria era considerada un punto estratégico para alcanzar la ciudad de Caracas. La batalla duró todo el día en las calles de esa localidad, hasta que al final de la tarde los realistas se retiraron del combate, luego que un cuerpo de caballería procedente de San Mateo, al mando del teniente coronel Vicente Campo Elías, acudiera en socorro de La Victoria y rompiera el cerco que Morales y los suyos habían impuesto a los patriotas, por lo que los realistas tuvieron que retirarse perseguidos por los jinetes revolucionarios. A consecuencia de esta batalla fracasó el intento realista de cortar las comunicaciones entre Caracas y Valencia.
En honor de tan gloriosa gesta, Venezuela celebra este día el Día de la Juventud, para honrar la memoria de los valientes jóvenes que aquel día se cubrieron de gloria al combatir y entregar sus vidas por la Independencia de esta nuestra Patria.
El 10 de febrero de 1947 la Asamblea Constituyente decretó se celebre el 12 de febrero como el Día de la Juventud en Venezuela «en reconocimiento a los servicios hechos a la república por los jóvenes».
Un poco de historia:
Los sacerdotes del seminario Santa Rosa de Caracas no tenían en buena estima al rudo general que irrumpió en aquel recinto con la intención de llevar a la guerra a sus estudiantes. Debió parecerles una locura; los muchachos, que no llegaban a 100, ni siquiera habían tocado un arma en su vida. Pero sabían que no podían oponerse. En efecto, este impetuoso oficial, pardo de origen y republicano radical, había emitido un decreto que obligaba a todos los hombres de 14 años en adelante, y de cualquier condición social, a alistarse a de inmediato en el Ejército para defender Caracas de las tropas de Boves, que avanzaban desde los llanos. 
A Ribas le costó bastante reunir hombres para enfrentar a las tropas realistas, cuyo poder se basaba en la fuerza, la destreza y la bravura de miles de hombres del pueblo: los llaneros.
Había muy poco pueblo con Ribas, a causa de los conflictos de clase que marcaban la sociedad de la época; la gente del pueblo veía a los comandantes patriotas como explotadores, pues en su mayoría eran terratenientes blancos, dueños del ganado y las haciendas. Mientras que José Tomás Boves luchaba contra ellos y les ofrecía venganza.
Cuando la Segunda república estaba a punto de perderse, la causa republicana tenía dificultades para recomponer su Ejército, precisamente por falta de hombres, muchos de los cuales peleaban al lado de los españoles.
Los mantuanos entendían la situación, habían tomado conciencia de la fuerza del pueblo en armas, pero eran tan reaccionarios, tan conservadores, que preferían morir como mantuanos antes que ceder cualquiera de sus privilegios.
Además, en ese momento todavía no había terminado de fraguar la idea de patria como una unidad política o geográfica. Arismendi, por ejemplo, era el gobernador militar de Caracas, pero para él, la ‘patria’ era Oriente; las provincias de Cumaná y Guayana. Del mismo modo que lo andinos se consideraban gente de Mérida”.
El 12 de febrero, a poco de salir el sol, dos bloques de hombres venezolanos se trabaron en una dramática y sangrienta batalla. Testimonios del combate fueron recreados luego por Uslar Pietri y Eduardo Blanco en Lanzas Coloradas y Venezuela Heroica- relatan que los llaneros de Boves se veían obligados a repetir las cargas contra las posiciones patriotas porque sus caballos resbalaban sobre la sangre coagulada.
Los patriotas habían instaurado la Segunda República hacía menos de un año luego del éxito de la Campaña Admirable, y el imperio español estaba decidido a aniquilarla. Y José Félix Ribas estaba en La Victoria, junto a sus oficiales, dándole cursos a una tropa de niños de cómo disparar, recargar y calar bayoneta a pocas horas de iniciarse los embates del enemigo. Para la historia quedó garbada la arenga con la que dio el último empujón a sus combatientes:
“Soldados: Lo que tanto hemos deseado va a realizarse hoy: he ahí a Boves. Cinco veces mayor es el ejército que trae a combatirnos; pero aún me parece escaso para disputarnos la victoria. Defendéis del furor de los tiranos la vida de vuestros hijos, el honor de vuestras esposas, el suelo de la patria; mostrarles vuestra omnipotencia. En esta jornada que va a ser memorable, ni aun podemos optar entre vencer o morir: ¡necesario es vencer! ¡Viva la República!”
Aquello no era retórica, ya había sobradas experiencias de la crueldad de los españoles, quienes bajo el mando de Domingo de Monteverde no habían vacilado en ejecutar a civiles y arrasar poblados y ciudades. 
La Victoria, terminaría por ser el choque decisivo entre dos españoles en bandos opuestos: Boves y Campo Elías, a quien el primero había vencido en La Puerta, cerca de San Juan de Los Morros. Una semana antes. Pero en realidad Boves no estaba presente, aclara Rivero, pues había sido herido en una pierna en el lance librado en Guárico. La dirección de la batalla la delegó en Morales.
Desde las 7 de la mañana, los estudiantes del Seminario Santa Rosa se mantenían firmes en la plaza de La Victoria, resistiendo los embates de las huestes de Boves. Hermanados con soldados de infantería y hombres de distinta condición reclutados a última hora, estos jóvenes tragaban pólvora de fusiles y artillería y se veían cubiertos con su sangre, la de sus compañeros y la de sus enemigos.
“Los testimonios de la época dan cuenta de una serie sangrientos enfrentamientos a lo largo del día. Fue un combate librado a todo dar y sin cuartel de ningún tipo”, las tropas de Boves superaban quizás tres y cuatro veces a las fuerzas patriotas, “que en general estaban muy disminuidas en ese momento”.
Las posiciones y las circunstancias de batalla fueron escogidas por Bolívar y por el mismo Ribas. Desde el comienzo tomaron control de las vías de acceso, lo que de algún modo los favoreció. Para entonces ya los patriotas conocían los movimientos de Boves, con quien habían trabado varios combates.
Fueron unas nueve horas de ataques y contraataques, incursiones y resistencia. Los jinetes realistas lograban avanzar hasta la plaza y muchos morían en plena barricada, pero no sin antes hundir sus lanzas en los cuerpos de los patriotas. Buena parte de la lucha fue cuerpo a cuerpo y a cuchillo.
Es Vicente Campo Elías con poco más de 200 jinetes, quien selló la victoria, al entrar en combate y acorralara a los realistas, quienes no lograron contener el embate. 
LA MORAL FORTALECIDA
Si hoy en día la Batalla de La Victoria tiene dimensiones épicas, mucho mayor fue su efecto moralizante. La Batalla de La Victoria demostró que las venezolanas y los venezolanos comprometidos con la causa patriótica ya no estaban dispuestos a rendirse ante los españoles. Iban a dar la pelea o a morir, pero no se entregarían jamás.. Y este fue el espíritu que impregnó la lucha en los años sucesivos.


¿QUIÉN FUE JOSÉ FÉLIX RIBAS Y CUÁL SU TIEMPO HISTÓRICO?
Perteneciente a una de las familias mantuanas de mayor prestigio en las postrimerías del período colonial, José Félix Ribas forma parte del grupo de jóvenes aristócratas que abrazan el ideal de la Independencia de Venezuela frente a España con la mayor devoción.
Ribas personifica el conflicto de una clase que oscila entre la propuesta de emancipación política absoluta respecto a la metrópoli y el otorgamiento de reivindicaciones estratégicas a las clases sociales que conformaban la mano de obra esclava y feudal sobre la cual se sustentaba el orden de castas y estamentos edificado en el territorio venezolano durante los trescientos años que precedieron a la Guerra de Independencia.
La Venezuela que va de 1810 a 1821 (desde el Grito del 19 de Abril hasta la Batalla de Carabobo) se caracterizaba por un tejido de relaciones esclavistas-feudales que debía garantizar a las clases poseedoras su condición de privilegio frente a la mano de obra esclava y enfeudada en el marco de la doble transición que se operaba en Venezuela:
a) por una parte, en cuanto a las relaciones internas de poder, la ruptura definitiva del régimen colonial con la Península y el entronizamiento de las castas mantuanas -y los núcleos que emergían victoriosos de la guerra-, detentadores del poder político interno; 
y b) por otra parte, y en el marco de la transición de la hegemonía del cacao, por la del café, como principal producto venezolano de exportación, la inserción de la economía venezolana en las rutas de la división internacional del trabajo, precisamente en la época en que se materializaba la Revolución Industrial en Europa y Estados Unidos.
José Félix Ribas, miembro de una familia que poseía grandes extensiones de tierra en el centro del país se integra -al lado de otros apellidos asentados en la gran propiedad territorial, como los Toro, los Tovar, los Álamo y los Bolívar, entre otros- al núcleo radical de dicha clase mantuana para conspirar contra el orden colonial español y establecer un modelo de República con un ingrediente social que se sobreponía a los cánones conservadores que predominaban en la clase de la cual formaba parte. Su asistencia al acto de ajusticiamiento de José María España, en la Plaza Mayor de Caracas, su asidua presencia en las tertulias de la “Cuadra Bolívar” y en la casa de los Ustáriz, e igualmente su participación como “Diputado de los Pardos” en los sucesos del 19 de Abril y las sesiones de la Sociedad Patriótica, indican que el futuro “Vencedor de los Tiranos en la Victoria”, además del coraje y resolución demostrado en el campo de las armas, poseía ingredientes de un compromiso revolucionario que sobrepasaba la visión mantuana tradicional.

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